En un lugar privilegiado a caballo entre Palma y la Serra de Tramuntana, muy próxima a Raixa, la emblemática finca de Son Amar, que data el siglo XVI, y su excepcional casa señorial saltaron a la fama a principios de los años 60 del pasado siglo, con la llegada de la persona que la situó en lo más alto de la oferta turística en los albores del 'boom': Damià Seguí (1935-2019). El visionario empresario 'solleric' convirtió una idea sencilla en una máquina de hacer dinero que convirtió a ese enclave en un lugar de obligado paso para miles de turistas cada año.
La noticia que House of Son Amar ha trasladado a sus trabajadores y colaboradores referente a la cancelación de todos sus espectáculos de forma definitiva es la antesala de su cierre. La empresa anunció la puesta en marcha de un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectará a unos 150 empleados, poniendo fin a seis décadas de esplendor, con momentos complicados a lo largo de su camino.
Su espectacular patio mallorquín Sa Tafona, el Jardín Blanco y sus estancias y salas del restaurante espectáculo han acogido eventos de todo tipo: bodas, grandes galas, conciertos, recitales de flamenco, veladas de boxeo o artes marciales, entregas de premios... Hasta la consecución de un Récord Guinness. Durante décadas, los turistas que visitaban Mallorca tenían como parada fija una visita al restaurante espectáculo de Son Amar, que buscó inspiración en grandes mecas como París o Las Vegas.
Orígenes
Decenas de autocares entraban y salían cada noche de allí, cargados de visitantes que disfrutaban de una velada que era un reclamo más de Mallorca. Lo que comenzó en 1963 con una sencilla barbacoa de lechona asada para los turistas fue creciendo de manera exponencial, aunque lo que puso en el mapa a ese topónimo fue el voleibol. De la mano de Seguí, el Son Amar se convirtió en una referencia nacional y europea de ese deporte a lo largo de dos etapas en las que lució esa denominación.
En 2007, Seguí cedió el testigo a Andreu Gelabert como fase de tránsito antes de la llegada de Tony y Margaret Whittaker, que en 1996 conocieron Son Amar y quedaron prendados de la finca y del espectáculo. Ese enamoramiento les llevó a asumir la gestión del establecimiento y en 2012, la emprendedora británica se convirtió en propietaria única, sorteando obstáculos como la pandemia para dar un nuevo toque al negocio y ampliar sus miras. En 2021, la reinvención se aceleró junto con Martyn Smith, director del Social Club hasta asentar esa apuesta.
El fallecimiento de Margaret Whittaker, el pasado mes de febrero y a los 76 años, ha sido un punto de inflexión para Son Amar, que pese a la fuerte inversión realizada -unos 50 millones de euros- arrastraba pérdidas económicas importantes que han desembocado en medidas drásticas que comprometen el futuro de una marca emblemática dentro de la oferta de ocio en Mallorca.