«Mi vida cambió de repente, de la noche a la mañana me vi en la calle. Entonces Càritas me recogió, por lo que les estoy sumamente agradecido», empieza José. «Ahora estoy en una habitación de emergencia» y «en un futuro muy inmediato no veo que pueda salir adelante bien, ni siquiera se donde voy a estar porque estoy pendiente de solucionar algunas cosas». Y es que, por problemas personales con su hasta ahora pareja, José se ha visto obligado a salir de su domicilio tras, según él, una falsa denuncia. «He trabajado toda mi vida en la hostelería, soy de Andratx y últimamente trabajaba como guardia de seguridad en Inca, hasta que dejé de trabajar», dice a sus 66 años.
José es uno de los usuarios de los centros de acogida de La Fundació Social La Sapiència, Sojorn y Càritas Mallorca, que ha asistido este miércoles al acto organizado por estas tres entidades sociales, en la Plaza Mayor, para sensibilizar sobre la situación de las personas sin hogar, bajo el lema 'Nadie sin hogar'. Durante el mismo, otras personas como José han compartido su caso personal, como Pedro, Hassan y Lis. Pedro tiene 61 años y vive en la calle, en Inca: «He tenido dos infartos, tres 'stents' en el corazón y cáncer de piel y estoy cobrando 600 euros», narra.
«Si encontrara una habitación en Inca por 350 euros me tiraría de cabeza, hasta 500 pagaría», sin embargo por ahora duerme al raso. «La orientadora de trabajo me está ayudando mucho, la semana que viene tengo una entrevista de trabajo con la ONCE, así que puede que encuentre un puesto de trabajo lo cual supondría poder pagarme una habitación, cambiar de vida y dejar de sufrir tanto», lamenta un hombre con dolores permanentes en la espalda y toda una vida, «desde los 14 años», trabajando en la construcción.
Hassan es marroquí y desde 2014 colabora como voluntario en Càritas; sin embargo «tuve problemas y entré en la cárcel: problemas de divorcio, mentales y por abuso de alcohol», explica. «Los primeros que me abrieron la puerta fue Càritas y gracias a ellos ya tengo un techo y colaboro con un taller de bicis donde hago arreglos», con lo que gana unos 230 euros al mes. Hassan lleva tres meses en el programa Dumus de vivienda temporal que tiene la entidad en Inca. Lis es colombiana y desde marzo vive con su marido y su hija de seis años en un albergue de Sojorn: «Cobro el salario mínimo y mi marido percibe una pensión por discapacidad».
«Llegué hace ocho años, cuando aún se podía vivir. Trabajo en ventas pero mi sueldo no me permite pagar un alquiler. Un día me encontré sin casa y poco después sin trabajo. Mi alternativa primera fue encontrar una habitación, pero al ser tres nos echaban al poco rato. Estuvimos en Sa Pobla, luego en Marratxí, pero nos acabaron diciendo que nos fuéramos porque no podíamos tener a una menor en la casa. Al final los servicios sociales nos pusieron en contacto con Sojorn. Tenemos el apoyo del padre Jaume [coordinador del programa] que nos permite tener un aval pero no nos alquilan porque tenemos un contrato laboral de menos de un año», expone Lis.
Estas son algunas de las historias de las 415 personas que este año las tres entidades han atendido a través de sus programas de centros de acogidas, albergues y viviendas temporales. En la lectura del manifiesto, las asociaciones han pedido «la implicación y el compromiso de toda la sociedad y de las administraciones», así como han señalado la crisis de la vivienda y la gentrificación como la causante de vivir «en la incertidumbre»: «Alquileres insostenibles, falta de vivienda pública y de protección social, ocasionando la expulsión de nuestros vecinos y acercándonos un poco más a sufrir una situación de sinhogarismo», ha relatado Lis, la encargada de leer el escrito.
El acto ha contado con la presencia del Obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, quien ha puesto en valor «la colaboración» a la hora de ofrecer viviendas dignas y dar una respuesta a la emergencia habitacional: «A veces nos llegan críticas sobre si la Iglesia tiene muchos locales. Si en algún momento por necesidad tenemos que dar una iglesia para convertirla en un sitio de acogida, la daremos». Asimismo, ha recordado que las instituciones que ofrecen un hogar a los sin techo «viven de los donativos de la gente», además de las subvenciones: «Muchos viven de la generosidad de la gente que quiere colaborar».