Es uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX y su trabajo ha sido recientemente reconocido con la Medalla de Oro del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). Josep Llinàs (Castellón de la Plana, 1945) es conocido por su prolífica carrera que combina obra arquitectónica y docencia, contribuyendo a la mejora del paisaje urbano y a la sensibilidad hacia el patrimonio arquitectónico. Ayer protagonizó una conferencia en la sede del Col·legi Oficial d’Arquitectes de les Illes Balears (COAIB), con motivo de la inauguración de su última exposición, Arquitectura i Diumenge.
Acaba de inaugurar una muestra en Palma, ¿qué podemos encontrar en ella?
Recojo dos obras del arquitecto modernista Josep Maria Jujol y hago dos reinterpretaciones. Se trata de Casa Mañach, una ferretería que creó en 19211 y se desmanteló en la Guerra Civil, y de un mueble diseñado por él diez años después. Son obras mías que utilizan el lenguaje de Jujol, que siempre se inspiró en el descanso, más que en el trabajo. Su arquitectura no es una construcción ordenada sino uno regalo que se añade a la construcción.
¿Por qué siente esa fascinación por Casa Mañach?
Siempre me intrigó la ferretería de Casa Mañach. Tenía una carga plástica alucinante, tenía mucha vida. Analizo cómo podía ser originalmente, a través de las fotos en blanco y negro. Intenté reproducir estas obras que son extraordinarias. Era una ferretería con una escenografía que reproducía del mar y el fuego. Es una mezcla de surrealismo y dadaismo, una tienda muy elegante con un marco espectacular para vender tornillos o cajas de caudales.
¿Qué destacaría de Jujol?
Es de la generación del movimiento moderno. Era dos años mayor que Pablo Picasso y seis más que Le Corbusier, pero está alejado de toda esa corriente. Tenía un mundo muy personal. Su obra es más reconocida por artistas que por arquitectos.
Recientemente ha sido reconocido con la Medalla de Oro del CSCAE. ¿Qué supone este premio para su carrera?
Es el premio de todos los colegios de arquitectos de España y es una alegría que te reconozcan los compañeros. Es espléndido. Es un motivo para recuperar el contacto con la gente. Es un regalo, la arquitectura debe ofrecerse al ciudadano.
Imagino que no tendrá ninguna voluntad de jubilarse.
No tengo una frontera clara entre trabajar y no trabajar. Es un esfuerzo y un placer que instrumentalizo. Tengo pequeños encargos, pero tampoco es trabajo porque es diversión.
De todas sus trabajos, en los que destaca su obra pública, ¿por cuál de ellos siente más cariño?
Cuando visitas tus obras siempre descubres algo que se podía haber mejorado. Pero eso no me ocurre con la restauración del teatro Metropol, obra de Jujol, en Tarragona. Es por la que me siento más satisfecho. Este teatro estaba atropellado por un camión y fue un placer trabajar en su rehabilitación.
¿Hay solución para el problema de la vivienda en la Isla?
Se trata de un tema político y social. Claro que para los arquitectos es fantástico hacer proyectos, pero no sé si nosotros podemos desencadenar más viviendas. Por otro lado, la arquitectura mallorquina es superatractiva.