Los pisos sin posesión y su venta han proliferado en la última década en el barrio de Son Gotleu, Palma. La mayoría están en manos de mafias organizadas de etnia gitana. Así lo explica la expresidenta del Colegio de Agentes de Propiedad Inmobiliaria de Balears, Natalia Bueno: «Controlan bien la zona, se hacen pasar por arrendadores y los convierten en narcopisos. Hay un porcentaje que sí okupa por necesidad, pero las llaves y la información las compran a mafias».
Hay viviendas okupadas en todo el barrio, en especial en los alrededores del Passatge Picos de Europa y la calle Santa Florentina. Dos habitaciones, 58 metros cuadrados, 37.500 euros. «Bajo okupado en Santa Florentina. No se puede visitar, ni tampoco hipotecar. Ideal para inversores», reza uno de los anuncios colgado en Idealista. Una habitación, 88 metros cuadrados, 37.600 euros. «El activo se encuentra ocupado por persona sin justo título, no se pueden realizar visitas. Se recomienda al comprador que obtenga asesoramiento legal antes de adoptar la decisión de compra», indica otro de la calle Francesc Julià.
El principal atractivo de invertir en estas propiedades es su bajo coste, sin embargo presenta dos inconvenientes: «No sabes cuándo sacarás a los okupas ni en qué condiciones estará la vivienda», apunta Bueno. Los procesos judiciales suelen ser largos y puede que se necesite una inversión posterior de reforma. «He tenido procedimientos de hasta ocho años», señala. «Los tenemos a la venta porque interesa», dice la empleada de una de las inmobiliarias que gestiona estos pisos. Y es que, la horquilla de precios oscila entre los 30.000 y los 80.000 euros, dependiendo del número de habitaciones y los metros cuadrados. Aquellos que si están libres de okupas, porque ya han sido desalojados, están un poco más caros, pero no mucho por el estado en qué se venden.
En cuanto al perfil, «la mayoría son gente normal con ahorros, hay grandes inversores, pero no son lo habitual», añade la trabajadora. Para saltarse la vía judicial, muchos negocian con los okupas para que salgan del inmueble o lo compran y alquilan a los mismos.
Convivencia
Mientras unos ven una inversión otros padecen las consecuencias de la okupación: los vecinos. Josefina, nombre ficticio, lleva cinco años conviviendo con okupas. En su bloque, en el Passatge de Picos de Europa, hay dos pisos okupados. «Es horrible vivir con gente así, tienes miedo, te amenazan». «No pagan comunidad y crean problemas. Son gente sucia, no limpian y usan los pisos para sus trapicheos. Hay metidas como 15 o 20 personas, que entran y salen todo el día. Los vecinos estamos cansados», expone.
Laura, otra vecina que da un nombre falso, vive en Santa Florentina y también lleva cinco años soportando esta situación: «La mayoría son gitanos que se meten, pinchan la luz y el agua y ponen su plantación. También hay toxicómanos que vienen a comprar y ‘pincharse’ y negros que son los que les venden la droga», explica. «Una cosa es decirlo y otra vivirlo. De 20 propietarios que éramos, quedamos siete. Yo no puedo irme, porque sino no estaría aquí. Es un miedo constante porque muchos viene con un ‘mono’ terrible». «Está la finca echa un desastre, muchos se drogan a la entrada y luego suben a los pisos, dejando las jeringuillas tiradas. Cagan y mean en el portal», lamenta.