«He pasado por la reducción de estómago, por una abdominoplastia, una liposucción, me han recetado sueros... he pasado por todo y cuando me dejaba un poco, sufría el efecto rebote. Engordaba más. Pero hace cinco años que he conseguido mantener mi abstinencia a comer cosas que me provocaban adicción. Por ejemplo, si tengo quelitas, ingiero unas pocas en lugar de media bolsa. Ya no como con ansiedad, y si veo comida en la televisión, me levanto y me voy. Mi vida ha cambiado, y todo lo he aprendido gracias al grupo».
Clara (nombre ficticio) es una de las usuarias del grupo de Comedores Compulsivos Anónimos (OA), una asociación estatal que tiene sede en Mallorca y en Menorca. En Palma se reúnen cada viernes, a las 16.30 horas, y ese momento en compañía es, para los asistentes, un oasis de comprensión, paz y esperanza.
La pesadilla de Clara con la comida comenzó cuando tuvo a su hija. «Cuando era pequeña dejaba comida y yo la terminaba. Así empecé a comer de todo, a cualquier hora». Para ella, estar en un grupo donde se siente comprendida es «lo que realmente me ha ayudado a hacer el cambio total», sostiene. Clara ha llegado a tener obesidad mórbida con 106 kilos, y ha sido diagnosticada con un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) por ansiedad.
El grupo de Comedores Compulsivos Anónimos nació en Mallorca hace 15 años, según detalla la responsable de información pública de la asociación, Marta. La entidad no diferencia a nadie, sino que «todos somos iguales». «Uno de los objetivos del grupo es que consigamos, primero, abstenernos de comer compulsivamente y, por otro lado, ayudar a otras personas a que consigan también hacerlo», expone.
Es una entidad sin ánimo de lucro, no recibe ningún tipo de subvención y se mantiene con las aportaciones de los contribuyentes. En este grupo todos son bienvenidos: personas con una forma de comer con la que sufren, gente con sobrepeso o peso muy severo, gente que sufre de otorexia o personas a las que, directamente, les obsesiona algo, como la salud o el deporte.
Marta comparte que se daba atracones y luego restringía para restar lo que había ingerido. «Yo sufría mucho por dentro, era una sensación horrible ser así. Encontrar esta asociación fue mi salvación», asegura.
Herramientas
Mau (nombre ficticio) es otra de las afiliadas al grupo que llegó hace seis años «porque estaba desesperada», confiesa. En este tiempo, una de las cosas que más ayudan a personas como ella son las herramientas que se aprenden en la asociación. Algunas de ellas son: concurrir a las reuniones, tener un padrino o madrina que te acompañe en tu proceso, utilizar el teléfono antes de comer con ansiedad, leer o escribir.
Mau echa la mirada atrás y observa una versión de sí misma que no le gustaba: «Todo el día pensaba en la comida, y de tanta cantidad que ingería, vomitaba por la noche. Estaba siempre repleta de comida y eso me llevó a tener consecuencias en el trabajo, a nivel físico, emocional y a nivel de salud».
Sobre las reuniones semanales confiesa que, aunque le costó entrar, «porque no me atrevía», el primer día que llegó se sintió «muy identificada» con el resto de compañeros. «Salir es duro, pero con compromiso se puede», asevera.