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Los daños colaterales de una más que posible implosión

| Palma |

La defensa de la unidad de España es lo que une ahora mismo a las dos almas de Vox, la instalada en el partido, con Fulgencio Coll como líder natural, con permiso de Patricia de las Heras, y la del grupo parlamentario, donde persiste el espíritu de Jorge Campos, si bien cada vez más difuminado.    Las dos partes reconocen que existen enormes diferencias, pero coinciden en que ahora deben aparcarse por ese bien supremo que es la unidad de España y por esa amenaza peligrosa que responde al nombre de Pedro Sánchez.

Con los cambios que acaba de aprobar la dirección nacional de Madrid, la cúpula de Balears pierde lo poco que le quedaba de Jorge Campos y nuevos dirigentes    toman el mando de una formación que ha estado históricamente vinculada al actual diputado en el Congreso. Sin embargo, hay que insistir en que su poder –menguante, pero poder– sigue instalado en el Parlament ya que allí están todos los que él puso en las listas. Él decidió los nombres de los actuales diputados y allí están sentados gracias a él. El poder de Campos se diluye, y hasta el exsecretario general del partido Sergio Rodríguez reconocía hace unos días en una entrevista que Campos juega «en otra liga», pero sigue.

El pegamento que une a los partidos suele ser el poder, pero en el caso de Vox está siendo todo lo contrario. La formación ha entrada en una lenta combustión en muchas comunidades autónomas precisamente cuando ha empezado a tocar poder. Sin embargo, han llegado Sánchez y Carles Puigdemont para reconstruir esa unidad de destino en lo universal de la formación de Santiago Abascal.

En Vox hay enormes tensiones y el partido corre el peligro de ir deshaciéndose a mayor velocidad que Podemos, con el que comparte esa creación por aluvión: crecieron de repente pero esa masa informe se desinfla como un suflé.

Vox ya ha perdido un diputado en el Parlament, Xisco Cardona, algo que por ahora no inquieta a la presidenta del Govern, Marga Prohens, pero le espera una legislatura complicada porque deberá lidiar con esas dos almas que habitan en Vox. ¿Con quién deberá negociar a partir de ahora?, ¿es su interlocutora Patricia de las Heras, presidenta desautorizada por aquellos diputados que se negaron a seguir sus indicaciones y votar a favor del techo de gasto, como pedía la dirección del partido? En Vox hay una guerra latente y parte del grupo parlamentario comienza a ser un ente libre con un toque de anarquía al estilo Javier Milei. ¿Qué pasará con sus votos si todo revienta?

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