Con total libertad de movimientos, la nueva vida de Josep Miquel Arenas (Sa Pobla, 1993) le permitirá repetir la icónica imagen que firmó con su retorno a Mallorca tras seis años de exilio forzado en Bruselas (Bélgica), donde ha encontrado el amparo legal, laboral y personal con el que vivir ese largo periodo de retiro forzado tras la condena (tres años y seis meses de cárcel) ratificada por parte de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo en su día. Y que no llegó a cumplir al hacer las maletas rumbo a aquel país en la primavera de 2018, horas antes de que expirase el plazo para entregarse y entrar en prisión.
Ahí empezó un largo periplo en el que encontró apoyo por parte de otras personalidades de la vida política, social y cultural que vivían una situación paralela a la suya. Es es el caso del expresident de la Generalitat de Catalunya, Carles Puigdemont, con quien ha mantenido una estrecha relación a lo largo de estos años. Como lo ha hecho con Clara Ponsatí y otros de los 'emigrados' forzosos a raíz del 'procés' y sus consecuencias legales en suelo español.
Inició un duro pleito legal desde Gante, aunque instalado en Bruselas, donde el polémico rapero pudo dar rienda suelta a su creatividad, participando también en iniciativas reivindicativas como el documental 'No callarem', y desarrollando una actividad profesional que le ha permitido subsistir este tiempo alejado de su familia, su gente y de Mallorca. Trabaja como diseñador de páginas web para CatGlobal, una asociación que impulsa la causa y labor de Puigdemont en Bélgica, y que ha contado con el apoyo de miles de ciudadanos -principalmente catalanes- que han colaborado económicamente con la causa abanderada por el ahora eurodiputado.
Ahora, una vez prescrita su pena, tiene plena libertad de movimientos para volver a España. Y a Mallorca, donde antes de su huida trabajaba como frutero. Tras un paso fugaz por casa, regresará a Bélgica para seguir con su día a día, aunque con la tranquilidad de que podrá volver cuándo y cómo quiera, evitando traumas personales como la amarga despedida de su madre -vía Skype-. Para vivir momentos y reencuentros como el que compartió en las redes, con su abuela.
Su creatividad como profesional informático seguirá ligada a la musical, con más de una docena de trabajos a sus espaldas como rapero. Pero también su implicación cultural, política y social encara un nuevo escenario, siendo su caso una referencia para quienes secundan su corriente, aunque todo el proceso legal, los antecedentes y el revuelo generado por su condena, huida y regreso a España le han marcado de por vida, como lo hace un tatuaje que agranda la polémica que siempre le rodea: un fusil Kalashnikov. Algo que no parece preocupar a un joven de 29 años que vuelve a ser y sentirse libre. Pese a que el 'marcaje' social y legal estará presente en su día a día, que cambia radicalmente tras recibir carta blanca para volver a pisar Mallorca sin la amenaza de ser detenido y encarcelado.
Quién sabe si esa libertad recuperada por Valtònyc le llevara de nuevo a regresar definitivamente a Mallorca, donde podría seguir trabajando como informático y recuperar el tiempo perdido lejos de la Isla, a la que regresó en un domingo cargado de emociones, en Son Sant Joan y Sineu. Eso sí, por ahora el cuartel general de la causa, en Bélgica, parece el destino más próximo para el 'liberado' rapero de Sa Pobla.