Elga Cremades (Tarragona, 1987) es profesora del Departament de Filologia Catalana i Lingüística General de la UIB, y, junto a Xisca Castell y Maria del Mar Vanrell, coordinadora del libro Actituds i usos lingüístics dels joves de les Illes Balears, que será presentado este miércoles a las 19.00 horas en el salón de actos del edificio de Sa Riera, en Palma.
¿Cuál es el objetivo del libro?
Dar voz y analizar la situación del catalán entre la población joven, que son los hablantes actuales, pero marcan el futuro. Les damos a los datos lingüísticos un enfoque cuantitativo y cualitativo. A partir de aquí, intentamos entender los procesos que favorecen y dificultan el uso del catalán, la percepción de su unidad y los discursos sociolingüísticos entre los jóvenes.
El libro parte de encuestas que ya tienen unos años.
Sí, pero hay datos cualitativos a partir de entrevistas que realizamos en 2022 entre 124 jóvenes de Baleares -entre 15 y 29 años, con unas mínimas excepciones- de los siguientes municipios: Inca, Lloseta, Manacor, Palma, ses Salines, Ciutadella, Ferreries, Maó, Eivissa, Santa Eulàlia, Sant Josep y Sant Francesc.
¿Cuál fue el resultado?
El 41 % tenía el catalán como lengua primera; el 28,2 %, el castellano; el 11,1 % manifestó tenerlas a ambas por igual; y el 19,7 % manifestó tener otra lengua como primera u otras combinaciones.
¿Qué tendencias observan?
Ha aumentado el número de jóvenes que tienen el catalán como lengua inicial y mudan al castellano como lengua habitual. Vivir en la Part Forana de Mallorca o en Menorca favorece el uso del catalán, pero luego intervienen otros factores como los ámbitos escolar y laboral, el uso de registros formales, la conciencia y la oferta cultural, o la lengua predominante en otros entornos y actividades.
Se sigue cambiando al castellano cuando el interlocutor habla en esa lengua.
Sí, es una tendencia clara. Sería el catalanoparlante híbrido. Empieza a hablar en catalán, pero cambia rápidamente al castellano. También lo es hablar inicialmente en castellano con desconocidos. Lo que está claro es que los jóvenes intentan evitar conversaciones bilingües, es decir, que un interlocutor hable en catalán y el otro en castellano sin que ninguno de los dos cambie, con naturalidad. Debería ser así, pero los jóvenes no se sienten cómodos en esa situación. Así, existen el castellanoparlante agudo, que empieza una conversación en castellano y se mantiene en esa lengua, y el catalanoparlante agudo, que hace lo mismo en catalán, pero este último perfil es muy poco significativo.
¿Lengua es igual a identidad?
No acaba de ser una identidad muy sólida o inmóvil. Es más bien híbrida, aunque los entrevistados identifican cayetanos e indepes, que serían los que llevan al extremo la identificación con su lengua. Se extiende la idea de que el catalán es para hablar con la gente de aquí y de que el castellano es para hablar con todo el mundo. También se da una errónea identificación del catalán estándar con la variante que se habla en Barcelona, lo que lleva a percepciones negativas.
¿Qué habría que hacer para, verdaderamente, normalizar el uso del catalán?
Extender su conocimiento, crear entornos seguros para que quien aprenda el catalán pueda hablarlo con comodidad, dejar de cambiar de lengua si nuestro interlocutor nos entiende, normalizar las conversaciones bilingües, superar el prejuicio de que el catalán sólo sirve para comunicarse entre la gente de aquí y aumentar la oferta de actividades culturales en catalán, lo que a su vez lleva a un mayor consumo de productos culturales en esta lengua.
Ahora se habla de implantar la llamada libre elección de lengua en los etapas educativas, es decir, dos líneas lingüísticas en la educación.
Eso supondría que, al final de la etapa educativa, sólo los catalanoparlantes serían competentes en catalán. Es lo que ha pocurrido en el País Vasco y en la Comunitat Valenciana. Los que siguen una línea educativa en castellano no llegan a tener una buena competencia en la lengua propia del territorio. En definitiva, se trata de una iniciativa que lo que consigue es una segregación escolar y la creación de dos grupos sociales, pues a los que no tengan una buena competencia en catalán se les están negando oportunidades educativas, laborales o sociales.
No parece que les importe a los que quieren aplicar esta doble línea lingüística.
Bueno, eso ya sería una cuestión ideológica de querer profundizar en la minorización del catalán, que no sea necesario para nada. Pero ahí ya nos encontramos con una situación en la que los catalanoparlantes perderían derechos. El derecho lingüístico, entendido como poder usar tu lengua en tu territorio, es un derecho universal.
¿Nos dejamos llevar por el pesimismo?
El escenario no es optimista, pero no hay que desesperarse. Se trata de dotar al catalán de ámbitos de prestigio. Un castellanoparlante podrá ser híbrido o mudador, es decir, se pasará al catalán de manera puntual o generalizada si encuentra un entorno favorable para ello.