La pospandemia ha traído consigo un cambio en la mentalidad de la gente a la hora de hacer deporte. La vida activa para ganar salud ha llegado para quedarse, y los gimnasios han tomado buena nota de ello y cada vez más basan su modelo de negocio en un enfoque muy diferente al habitual. Ahora se especializan y se adaptan a las necesidades de los clientes: entrenamientos individuales, flexibles, programados y personalizados, así como clases grupales con ‘numerus clausus' y adaptadas a las necesidades de todos los usuarios que participan. Estos negocios ofertan el combo perfecto: vida sana y socialización. Así son las nuevas instalaciones deportivas, que ganan en ambición al mismo tiempo que reducen su espacio.
Las salas de entrenamiento personal o gimnasios boutique ya han dejado de ser un concepto exótico en el mercado del fitness para convertirse en una tendencia generalizada que prolifera en las grandes ciudades, y Palma no escapa a esta moda. Se cuentan por docenas los nuevos negocios de este tipo que han abierto sus puertas en Ciutat en los últimos dos años.
Comunidad
Lo deja claro el entrenador personal Marc Vives, que tras años empleado en una franquicia deportiva, decidió dejarlo todo y abrir un negocio basado en su propia filosofía de trabajo. Así nació Fit Force: «Mi sala de entrenamiento no es un gimnasio al uso. Es más pequeño, los clientes no son solo usuarios, son algo más. Todos se conocen entre ellos y se organizan actividades fuera de las instalaciones, algunas a instancia nuestra, otras por iniciativa de los propios clientes», agrega.
Vives hace hincapié en el ambiente familiar de su gimnasio. «Cuando llega alguien nuevo, siempre repito la misma cantinela: mi trabajo es dinamizar las clases, cuidarte y darte una serie de consejos para que cumplas los objetivos que te has marcado. Eso no pueden hacerlo gimnasios más grandes con el volumen de clientes que manejan. Y no, no es mucho más caro que el gym tradicional» argumenta el monitor.
Este argumento es uno de los más sólidos a la hora de llegar clientes a este tipo de espacios de entrenamiento personal. El miedo al contagio provocado por la crisis sanitaria en espacios cerrados con gran afluencia de público, sumado al auge del entrenamiento guiado a través de Internet, terminó potenciando que muchos deportistas apostaran por servicios personalizados o en grupos muy reducidos, en los que se sentirse más ‘seguros'. Esto, unido a una oferta diferenciada y al cultivo del sentimiento de comunidad o tribu, ha terminado atrayendo cada vez a más interesados en este tipo de práctica deportiva.
Micky Munar, un entrenador personal con más de doce años de experiencia en el sector y que ha trabajado en diferentes gimnasios de la Isla, decidió emprender en solitario y montar un negocio adaptado a sus aspiraciones y pensado para todo tipo de público: «Con clases grupales de 40 personas es imposible lograr progresos, rectificar posturas y pautar entrenamientos. Como monitor veía que llegaban alumnos que empezaba de cero y no podía atenderles como quería. Al final siempre pasaba lo mismo: se frustraba el alumno y también tú como profesional. Esa no era la forma de trabajar que deseaba».
Así nació a comienzos de 2022 su espacio de entrenamiento, Squat Gym Boutique, en el corazón del barrio de Pere Garau. Oferta entrenamientos personales y clases grupales para un tope de ocho personas; el número máximo que considera adecuado para poder atender como es debido las necesidades de todos los alumnos, corregir movimientos y la forma de realizar los ejercicios. Junto a él trabaja ahora otro monitor, Alex Ivaylov, para poder cubrir todos los horarios de entreno.
«Tenemos perfiles de todo tipo: gente joven y de más de 40, clientes que no han hecho deporte en su vida y personas mayores que quieren mantenerse en forma. Por ejemplo, contamos con una clase grupal específica para mayores de 65. Se lo pasan en grande y, al mismo tiempo, hacen deporte como cualquiera. Cuanto más edad, más importante es entrenar la fuerza. Y muchas personas lo han descubierto tras la pandemia. Ya existía un culto al cuerpo antes, pero a raíz del COVID se ha hecho más importante el trabajo físico para la salud», apostilla Micky Munar, que recalca que «el sistema inmunológico de una persona que hace deporte es mucho más resistente a las enfermedades».
Competencia
A la pregunta de si las salas de entrenamiento personalizado son una competencia para los gimnasios tradicionales, Micky Munar lo tiene claro: «No competimos con ellos, ofrecemos un servicio muy diferente, a la carta, podríamos decir. No hay un entreno igual porque no hay un usuario igual. Basamos las sesiones en el trabajo de fuerza y, en mi opinión, los resultados son más efectivos en menos tiempo. Cuando a un cliente le indicamos un ejercicio en el que tiene que levantar una barra, por ejemplo, lo hace sabiendo previamente por qué lo hace, qué tiene que sentir y qué músculos está trabajando. Esa es la mejor manera de trabajar, que el que practica deporte sepa lo que está haciendo y porqué».
Marc Vives se dedicó en cuerpo y alma desde pequeño al tenis llegando a ser profesional. Pero con 17 años le diagnosticaron un problema de corazón que le apartó de las pistas y le hizo replantearse su vida. Optó por seguir unido al deporte, pero ya no de forma profesional. Estudió INEF y desde entonces se ha dedicado a enseñar a la gente a hacer ejercicio. Pero la crisis de la COVID-19 le hizo replantearse de nuevo su futuro.
Pasó el coronavirus y le dejó secuelas, de las que ya se ha recuperado, que le hicieron dar un paso adelante y montar el gimnasio en el que siempre habría querido trabajar. Su objetivo pasaba porque la gente se sintiera acogida y en el que todos los interesados en practicar deporte tuvieran su lugar.
«Ofrecemos una fórmula sencilla: atención y servicio para todos los públicos. Contamos con usuarios desde los 14 hasta los 70 años. Son gente de a pie, ni musculosos ni culturistas. Hablamos con ellos, conocemos sus intenciones a la hora de entrenar y sus lesiones. Nuestro trabajo es poner sobre la mesa los objetivos que tienen que alcanzar».
Vives, al igual que Micky Munar, también tiene claro que su negocio compite en una liga diferente al de los gimnasios de toda la vida. En su espacio de entrenamiento llega gente desencantada de las instalaciones deportivas tradicionales. A veces vuelven a esos espacios, pero siempre terminan regresando. ‘Efecto boomerang' lo llama este entrenador.