El Consejo General de Economistas de España (CGE) situó a Baleares en el vagón de cola del ranking de competitividad regional en 2021. La pandemia evidenció la pobreza adaptativa de las Islas en comparación al resto de comunidades evidenciada ante crisis de esas características, lo cual se reflejó en una debilidad competitiva que no solo obedece al retroceso económico por la caída del turismo, sino que hunde sus raíces en muchos otros factores.
El último Informe de la Competitividad Regional del CGE -que no tiene en cuenta los efectos de la invasión rusa o de la recuperación económica de 2022- calibra la situación de cada autonomía en base a siete ejes: entorno económico, mercado de trabajo, capital humano, entorno institucional, infraestructuras básicas, eficiencia empresarial e innovación tecnológica.
Así, se usan baremos que no solo se centran en contextos macroeconómicos, sino que incluyen cuestiones relativas al progreso o al bienestar social. Cada uno de esos ejes aglutina múltiples variables que van desde el PIB por habitante al nivel formativo o el índice de calidad gubernamental, pasando por la densidad de infraestructuras, la desigualdad o las inversiones en protección ambiental o I+D.
«No se trata de un rally entre comunidades. La competitividad es un concepto abstracto, de carácter multidimensional, que no se refiere solo a la productividad», señala el presidente del CGE, Valentín Pich. No obstante, se evidencian las diferencias existentes entre los sistemas educativos, de salud, capacidad tecnológica y avance digital: el informe revela una España a dos velocidades en las que por la parte alta destacan la Comunidad de Madrid, Navarra y País Vasco, con un índice de competitividad regional (icreg) elevado. Baleares se encuentra hundida en la parte baja, por delante solo de Canarias, Andalucía y Extremadura.
Así, se constata una recuperación moderada con respecto a 2020. Las variables que más contribuyen a la competitividad de las Islas son tasa de ocupación femenina, abandono escolar temprano, deuda per cápita, tráfico aéreo y parque de vehículos ecológicos, dinamismo empresarial y comercio electrónico.
Por contra, las variables que peor comportamiento mostraron en 2021 fueron la tasa de ahorro, la tasa de paro de larga duración, los delitos (tasa por cada mil habitantes) y las empresas con medios sociales.
En ese sentido, los ejes más negativos fueron los del entorno económico, entorno institucional, eficiencia empresarial e innovación tecnológica. Lo cual lleva al informe a concluir que el Archipiélago es una de las regiones cuyos ciudadanos y empresas precisan de «una mayor preparación y dotación de recursos para hacer frente a los continuos cambios y retos de nuestro entorno».
Lo más probable es que la recuperación turística de 2022 haga escalar posiciones a Baleares en el próximo informe relativo a ese año. El crecimiento del PIB fue de un 14,2 % y la ocupación se disparó hasta llegar al pleno empleo en temporada alta. No obstante, la inflación también ha influido de forma negativa en la calidad de vida y los baremos sobre competitividad incluyen muchos otros factores que las Islas mantienen como asignaturas pendientes y que deben mejorar en aras de un avance transversal en términos de competitividad global.