La polémica propuesta del plan antiabortos de Castilla y León ha genera disparidad de opiniones en la calle. Preguntados al respecto, los ciudadanos toman posturas muy diversas. Pese a que se cumplen este año 38 años desde que España legalizara el aborto, sigue siendo un tema controvertido, repleto de dilemas morales y políticos. No hace falta acudir a los extremos políticos en Parlamentos e instituciones para hallar visiones contrapuestas. A pie de calle se encuentra una heterogeneidad de visiones particulares, exaltadas algunas a raíz de las medidas castellanoleonesas.
Haciendo cola para entrar al banco, Ricardo Andrés, gallego afincado en Mallorca, se mostraba totalmente en contra del aborto. Tachada por algunos como «extremista», la propuesta de Vox no convence a Andrés: «Para mí, llegar al extremo de ir a consulta planteándose abortar ya no me parece bien. Todas las medidas que existan después no me parecen correctas». A menos de una decena de metros de él, las jóvenes Melody Fernández y Candela Arjona, preguntadas por la misma cuestión, exponían una visión totalmente contrapuesta. Fernández, de 18 años, reconoce: «Yo una vez tuve un susto y, sinceramente, no me hubiera gustado nada tener que escuchar el latido del bebé si hubiera querido abortar». Su amiga Candela, más contundente: «Les diría [a los políticos] que tuvieran ellos el bebé. Me parece que si tienes la decisión tomada, que te hagan escucharlo de todas formas me parece una tortura emocional».
Otros, como Luisa Triay, guardan una opinión intermedia. Triay defiende que «las mujeres tienen derecho a tomar sus propias decisiones», pero, defiende, que «tampoco se trata de abortar por abortar». Es partidaria de que los sanitarios lleven a cabo una labor informativa en estos momentos, «que expliquen que llevan un ser vivo dentro, que les ofrezcan la posibilidad, si quieren, de escuhar al bebé», eso sí, sin obligaciones ni exigencias hacia las mujeres. La propuesta, como tal, de Vox, la percibe un tanto extremista: «Parece que lo hacen para que tengan un cargo de conciencia». La calle, en este caso, como las fuerzas políticas, no llega a un consenso generalizado.