La repostera Andrea Gutiérrez, de la pastelería palmesana Cuxu's Cake, ha alzado la voz esta semana ante el acoso sufrido en redes sociales por uno de sus trabajos, una situación, que considera muy extendida en su sector. Reclama una mayor concienciación social ante este tipo de conductas, que pueden perjudicar enormemente, tanto el negocio como la salud de los propietarios. «Han sido unos días horribles». El origen de la pesadilla de Andrea fue una tarta, que le encargó un cliente en junio para celebrar el bautizo de su hijo. Era para unas 40 personas y estaba valorada en 202,50 euros (tras un descuento del 10 % por ser amigo de un conocido), aunque, debido a un cambio de proveedor de último momento, el resultado no fue lo esperado. Gutiérrez, decepcionada con el pastel, escribió al cliente apenas 20 minutos después disculpándose y reembolsó parte del dinero: «Asumí mi responsabilidad y devolví 50 euros en mano».
El pedido se recogió y consumió, pero, para sorpresa de la pastelera, el cliente, descontento, llamó días después exigiendo un reembolso mayor, ya que no le parecía que la tarta entregada valiera 150 euros. Ante el descontento, Andrea le ofreció dos lotes de desayunos, valorados en conjunto en 40 euros, sumando un total de 90 euros en concepto de reembolso. «Con eso ya perdía costes de producción, pero lo hice de buena fe». Los packs fueron rechazados, y exigió una tarta gratuita para el cumpleaños de su hijo, a lo que Gutiérrez ofreció un vale por una tarta en compensación. «No tenía por qué, porque el producto se había consumido, pero quise hacerlo por voluntad propia». Las aguas volvieron a su cauce, pero, a principios de octubre, el hombre exigió a la tienda la elaboración de la tarta, una producción para veinte personas, de más de 100 euros, totalmente gratuita, haciendo uso de vale. Mostró fotografías con diseños 3D de animales y elaboraciones laboriosas y costosas, a lo que la pastelera propuso pagar la diferencia que había con el vale (un pastel de doce personas), pero una vez más, no le pareció bien. «Dime qué me puedes hacer para 20 personas y sin pagarme un duro», le urgió, poniendo condiciones, de malas maneras. A partir de entonces, comenzaron las faltas de respeto del cliente, que llegó a presentarse en el local, gritando a la empresaria y exigiendo otros 50 euros en mano, amenazando de lo contrario con llamar a la policía: «Voy a poner reseñas por todo para que nadie te compre.- le espetó el señor- Es un aviso. Y quien avisa no es traidor».
La Policía Local de Palma refutó la correcta actuación de Gutiérrez y le recomendó derivar la disputa a la vía judicial por el acoso y las coacciones sufridas. Días después, el cliente subía a internet una foto de la tarta («más desmejorada de como salió») y las redes sociales se llenaban de críticas sobre su negocio, falsos testimonios de clientes que jamás habían pisado el local. Fueron días muy duros, en los que Andrea, de 26 años, veía cómo se desmoronaba la pequeña pastelería que abrió justo dos días antes de la pandemia, sufriendo, incluso, ataques de ansiedad: «Tenía miedo de que se me juzgara por algo que no era real». Finalmente, tras días de reflexión, la pastelera mallorquina ha decidido ir de frente y hacer público su caso para defenderse y concienciar sobre las consecuencias del acoso en internet, y anima a las víctimas de situaciones por el estilo a hacer lo mismo. «Hay que luchar por sensibilizar a la población y erradicar este tipo de actuaciones», que ponen entre las cuerdas -económica y psicológicamente- a niños y adultos -especialmente pequeños empresarios- que lo sufren. «Nos hemos acostumbrado a que es mejor callar y devolver el dinero. Pero cuando ya te faltan al respeto, hay que hacerse valer y no agachar la cabeza». Y añade, convencida: «Un solo error no nos determina como pasteleros».