Este está siendo un verano convulso para la hostelería mallorquina. Tras superar las duras embestidas de su cierre por la COVID-19, ahora el problema radica en la falta de personal. Para paliarlo, las empresas compiten por atraer a camareros, cocineros y maîtres de la competencia. Solo en el transcurso del verano cerca del 10 % de los trabajadores de hostelería de Mallorca ha cambiado de empresa, en búsqueda de mejores condiciones laborales dentro de un sector, por lo general, bastante arduo: frenesí de comandas, horarios intensivos y muchas horas extras en plena temporada.
De primera mano lo sabe Azul Corali, camarera en un bar del centro de Palma que, con solo 22 años, ha sufrido ya duras experiencias en su sector. Ahora se ve dando gracias por un trabajo digno, en el que se respetan sus 40 horas semanales, su periodo de vacaciones y su salario. No siempre ha sido así. En anteriores empleos se ha encontrado «haciendo horas extras que después nunca se me han pagado; me han pedido ir 10 minutos antes de mi trabajo y salir 20 minutos después cada día, sin constar en el horario... En muy pocos trabajos de hostelería he visto que dejen sentarse 15 minutos a comer, aunque estés haciendo una jornada de 12 horas». La problemática la atribuye a que desde hace décadas se ha normalizado cualquier tipo de práctica, pero «en hostelería no todo vale», reivindica.
Ya de más edad y con más experiencia es Paco Luque. Lleva buena parte de su vida en distintos trabajos relacionados con el turismo. En la actualidad forma parte del equipo de mantenimiento de un hotel del norte de Mallorca y recalca que «es normal que tantos compañeros cambien de empresa. Estamos trabajando y pasando hambre». Cobra poco más de mil euros y llega justo a final de mes. Preguntado por si aceptaría un contrato un poco mejor, lo tiene claro: «Aunque solo fueran cien euros más, me iría». Luque es de la opinión de que la falta de trabajadores en la hostelería se debe a que muchas empresas ofrecen condiciones ancladas a tiempos pasados y se niegan a aumentar el salario de sus empleados, recortando, por consecuencia, los beneficios corporativos.
Los ciudadanos de a pie encuestados por Ultima Hora, sin conocimiento acerca de este terreno, lo perciben como duro y mal retribuido. Carla García, vecina de Palma, ha trabajado cara al público y entiende lo que es lidiar con clientes no demasiado amables, con prisas y desencuentros. «Conozco a personas que trabajan en el sector y me cuentan que no está pagado. Son demasiadas horas para tan poca nómina. A veces les hacen hacer horas de más y no se las pagan o están muy mal remuneradas», explica Carla. «Muchas veces he visto a camareros en un bar a las 10h y pasar otra vez a las 20h y seguir viendo a los mismos», declara como cliente Toni Amengual, quién aboga por más inspecciones, horarios flexibles o reducidos y salarios mejor retribuidos. «El turismo en Mallorca es un paraíso de puertas para fuera, pero no lo es para la gente que vive de esto», sentencia.
En rasgos generales, la sensibilidad hacia los trabajadores hosteleros abunda entre los mallorquines. Oficios como camareros, cocineros o camareras de piso se ven arduos y no compensados con escuetas nóminas mileuristas. La mayoría de los encuestados este viernes se muestran partidarios de aumentar el sueldo y mejorar las condiciones del personal para evitar su huida hacia mejores contratos y como compensación a años de precariedad. Alicia Porcel, vecina de Palma, ha remarcado este viernes por la mañana: «Merecen que se les valore más, tanto por parte de empresas como de la misma sociedad».