Beatriz Abad tiene su domicilio habitual en Vilafranca, pero hace unas semanas se alquiló una habitación en Palma porque le da miedo pasar mucho tiempo en su propia casa. Y no es para menos. Desde diciembre está viviendo una auténtica película de terror. Manipulan las tomas para cortarle el agua cada dos por tres; ponen pegamento en su cerradura para que no pueda entrar; le han bajado la potencia de la luz hasta el punto de que no puede vivir en la casa; y al regresar a Palma de pasar unos días en Valencia cuidando a su padre, se encontró su piso vacío. Todos sus enseres personales desaparecidos. ¿Qué está pasando?
Beatriz hará un año en abril viviendo en ese piso de Vilafranca, pero todo empezó a torcerse cuando anunció a su arrendador que se iba a otra vivienda. Cuando perdió el piso al que iba a mudarse, avisó de que finalmente se quedaba en la casa, que no se había arrendado a nadie. La relación no volvió a ser la misma. No querían que se quedara, por motivos que desconoce, pero ella hizo valer su contrato todavía en vigor. Es entonces cuando comenzó la pesadilla diaria.
«Me están haciendo luz de gas. No hay otra. Vivo en un piso alquilado, quieren que me vaya, y como todavía no he terminado el contrato, me niego a irme. Y tampoco me iré después, porque me tienen que devolver mis cosas. Ellos sabrán lo que han hecho. Pero hay una denuncia interpuesta y el juicio está previsto para este 1 de abril. Quiero que los que me están haciendo la vida imposible, den la cara. Y me devuelvan mis pertenencias», recalca Beatriz, que se siente muy afectada por esta situación, pero se niega a permitir que le ganen la partida.
En este sentido, enumera todo los objetos que le han robado: electrodomésticos pequeños, ropa, algunos muebles, el televisor, dos tablets, joyas personales... Todo valorado en varios miles de euros que nadie sabe dónde están. «Espero que se demuestre, porque no tengo dudas, de que las personas que gestionan las viviendas de mi casero, que reside en Alemania, son los que están detrás de todo esto», explica, al tiempo que apunta que esta situación le está pasando factura física y psicológica: «Me cuesta dormir, tengo pesadillas, me da miedo estar sola en casa», apostilla.
Asegura que el acoso inmobiliario ha llegado a tal punto que han dado de baja el contrato de la luz en una eléctrica, que estaba a nombre de su casero, para darle de alta en otra compañía, con una potencia tan baja que resulta imposible vivir en esa casa. «Todo es eléctrico. Si alguien se ducha, no puedes encender la vitrocerámica; si ves la televisión, no intentes tener ninguna luz encendida... han hecho imposible que viva allí», lamenta esta inquilina, que ha acudido a todas partes y ha presentado denuncias por todo lo que le está sucediendo.
Beatriz ya ha cambiado la cerradura varias veces, ha puesto una alarma en casa para evitar otro robo similar y espera volver a su vivienda cuando solucione el problema de la luz, que sigue a la espera, porque está a nombre de su arrendador y le costaría 150 euros cambiar la potencia. «Solo quiero que paren las coacciones y que me devuelvan mis cosas. Solo así me iré. La sensación de impotencia y de soledad es tal, que no se lo deseo a nadie», finaliza Abad.