Tras el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, decisión adoptada por Pedro Sánchez sin debate ni respaldo parlamentario, cabe plantearse si semejante concesión frenara la permanente reclamación de Rabat sobre Ceuta y Melilla. La respuesta más plausible es que no.
El Gobierno español debe contar con qué en cualquier momento Rabat utilizará como elemento de presión a los inmigrantes. Todavía está fresca la memoria de cuando en junio de 2021 más de seis mil jóvenes asaltaron la valla de Ceuta ante la mirada complaciente de la gendarmería marroquí.
Aquella actuación a todas luces estimulada por Rabat como represalia por la acogida de tapadillo en España del líder del Frente Polisario Brahim Galli, podría repetirse. Cuando se produjo despertó la memoria de la ‘Marcha Verde', la movilización de miles de personas organizada en tiempos de Hassan II frente a la frontera del Sáhara para presionar la salida de los últimos soldados españoles de aquél territorio que era una provincia española.
Franco agonizaba y la situación política internacional no era nada favorable a España. Las Naciones Unidas se hicieron cargo formalmente del proceso de descolonización. Pero con Washington y París escorados a favor de las tesis expansionistas de Rabat y contra de la posición de Argelia, el destino de aquel territorio quedó sellado. Era solo cuestión de tiempo que Marruecos se saliera con la suya. Sólo faltaba que España diera un giro en su política de neutralidad. Ese momento ha llegado de la mano del funambulismo de Pedro Sánchez. Una buena decisión pierde valor si se realiza a instancias de intereses políticos ajenos. Es el caso. Resulta iluso que alguien pueda pensar –como afirma el ministro de AAEE, José Manuel Albares– que Marruecos se ha comprometido a respetar la integridad territorial de nuestro país. Seamos serios, la españolidad de Ceuta y Melilla sólo la puede –y debe– garantizar y defender España. Nosotros, los españoles.