Todo pasó rápido. El 19 de diciembre de 2021, dos coches colisionaron en la vía cintura. El sonido de la ambulancia hizo reaccionar a Álex, porque en aquel momento, con el brazo colgando, tras salir del coche completamente destrozado, estaba a punto de cerrar los ojos. «Siempre diré que yo no morí por mi hermano, que desde ahí arriba –falleció hace dos años– me dijo que todavía no me tocaba subir». Álex Parejo es de Palma, tiene 20 años y está aprendiendo a vivir sin parte de su brazo derecho. El pasado 4 de enero salió del Hospital Son Espases, tras más de 20 días en cama y pasar el coronavirus durante su recuperación.
Sin embargo, las primeras veces fueron difíciles: la primera vez que se vio sin la extremidad, la primera vez que se levantó de la cama del hospital o cuando empezó a vestirse solo sin ayuda. Esos inicios le han servido para vivir la vida con intensidad, y a ser optimista a pesar de las complicaciones. «Salí adelante porque mis amigos y familia me decían que yo podía. Que no me podía rendir y que tenía que ser igual, de seguir adelante y pensar, yo solo, cómo quiero enfocar mi vida a partir de ahora». Así fue cómo Álex salió de sus cenizas, se puso los zapatos y empezó un nuevo camino.
«De aquel día, recuerdo muchas luces. Me quedé colgado en el coche, y a un amigo que tenía al lado le dije que me quitara el cinturón. Vi mi brazo partido completamente y no paraba de sangrar. Se me cerraban los ojos, pero yo intentaba que no, porque tenía miedo de que no despertaría más». Cuando Álex Parejo estaba en la ambulancia de camino al hospital, aturdido por la medicación, solo quería hablar con su madre. Ylo hizo. De hecho, este joven asegura que sigue vivo de milagro. Los médicos consiguieron salvarle parte del brazo. Le quitaron una vena de la pierna y piel. «Todo está funcionando bien, estoy en recuperación y tengo movilidad», dice.
Estando ingresado tuvo días malos, incluso llegó a decir que «no puedo». Su madre y sus amigos han sido un pilar fundamental en su proceso. «Muchos viejos amigos vinieron a verme y eso me ha hecho ver que siempre tengo que cuidar las amistades». Álex porta un amuleto de la suerte. Es un medallón con su madre y su hermano fallecido. Se apoya en ella en los días más oscuros. Porque los hubo. Durante el ingreso, pasó la COVID-19, lo que le mantuvo siete días aislado de los suyos:«Llamé a mi madre porque no podía más. Ella me dijo que me tenía que tranquilizar, que no entrara en depresión».
Cuando llegó a su casa se tiró en su cama y durmió más de diez horas. «Fue renovador, porque en el hospital me despertaba cada hora. Desde que hice un cambio de mentalidad intento sacar el lado positivo de las cosas. Y llorar cuando tengo que llorar», reflexiona. Porque Álex ha vuelto a reír, a hacer bromas o a bailar. De aquel sueño de ser policía antidisturbios, lo ha transformado, pero no abandonado. «Ahora acabaré mis estudios y me gustaría aprovechar las redes sociales para ayudar a la gente. Diría a las personas que pasan por lo mismo que yo que se apoyen en esas personas de confianza, que uno mismo, con la mente, es capaz de tirar adelante. Yo voy a ser fuerte, porque soy fuerte».