Bernardino Salas Solivellas trabajó durante cinco años en Cuba en los años 90. Conserva un contacto permanente con la Isla: «Tengo gente a la que quiero mucho» y conoce a través de ellos y su experiencia el transfondo de las protestas. Cuenta que ha intentado enviar medicinas a sus amigos «pero es que muchas no llegan» y se quedan por el camino. También constata que: «Cada vez me quedan menos amigos. Se van porque no pueden vivir allí».
¿Le ha sorprendido el estallido social en Cuba?
— En absoluto, por dos razones. Cuando yo estaba por allí, todo lo que eran redes sociales no existían, ahora al estar internet y viendo lo que está pasando en el mundo, el pueblo cuando tiene hambre reacciona. Evidentemente con Fidel Castro eso no pasaba, independientemente del embargo. No es lo mismo Fidel que su hermano o que el presidente actual. No pueden comprar ni un paracetamol. Cuba tiene la ventaja de que hambre, hambre no se pasa, si tiras una piña te sale, pero hay necesidades y ni siquiera tienen para comer.
¿Por qué no pasaba con Fidel o con Raúl?
— La sociedad ha cambiado en 25 años. La represión era mucho más grande que ahora, por lo que veo o lo que sé. Hace dos décadas las manifestaciones duraron un día. Ahora no será fácil porque Rusia está ahí y otros países cercanos como Venezuela o Bolivia están ahí. Tengo contacto con directores de hoteles importantes. Tras cuatro años en Cuba uno se mudó a Dominicana. Dice que es el maná en comparación. La gente lo está pasando mal.
¿Recuerda las protestas en otros países de la zona?
— Me sorprende que veas al cubano con móviles, porque un móvil en Cuba le puede costar a un joven el sueldo de veinte años. Eso sí, la diferencia con otros países de la región es que el cubano es culto, es gente muy culta. La mayoría hacían una carrera.
¿Qué puede pasar?
— Espero que de alguna manera cambie. La gente decía los 90 que antes muertos que venderse a los americanos, ahora no lo dicen tanto. Ya era hora de que la gente se levantara, lo único que piden es tener las necesidades básicas cubiertas, comprar aunque sea habichuelas