Salvo un reducido grupo de hinchas, es probable que pocos recuerden que el 22 de febrero de 1981, Diego Armando Maradona debutó en La Bombonera con la camiseta de Boca Juniors. El malogrado astro argentino anotó dos goles en su estreno ante Talleres (4-1). Jugó infiltrado. Apenas 24 horas después, el 23-F, sobre las seis y media de la tarde, un numeroso grupo de guardias civiles comandados por el teniente coronel Tejero asaltaba el Palacio de las Cortes.
Han pasado 40 años del frustrado golpe de estado que quiso mutilar a la joven democracia española, pero el recuerdo continúa inalterable para varias generaciones. Mientras Tejero mantenía secuestrado a diputados y gobierno de España al completo.
Casi al mismo tiempo, Valencia era militarmente ocupada después de que el teniente general Jaime Milans del Bosch decretara el estado de excepción. Unos dos millares de hombres y cincuenta carros de combate fueron desplegados en las calles de la ciudad del Turia.
En Mallorca, según relataba el periodista Juan Torres Blasco en un artículo publicado en este diario, el capitán general de Balears, Manuel de la Torre Pascual, dormía plácidamente en el momento en que Tejero entraba en el Congreso.
Al menos eso fue lo que le contó al gobernador civil de las Islas, Jacinto Ballesté, aunque nunca se creyó del todo que el capitán general estuviera durmiendo. «Todas las personas que he consultado dan por hecho que sabía más de lo que luego contó. Todos dan por hecho que se habría situado del lado de los golpistas», asegura Torres Blasco.
Jeroni Albertí presidía aquel 23-F el Consell General Interinsular, el ente preautonómico. «Cuando le llamé (a De la Torre Pascual), le pregunté cómo estaban por ahí y me respondió que tranquilos, pero tensos. Eso de 'tranquilos pero tensos' se me quedó grabado. Y, además, añadió que al más mínimo altercado sacaba las tropas», aseguraba el expresidente durante una entrevista concedida en 2009.
Cuatro décadas después, los sucesos del 23-F continúan frescos en la memoria del empresario mallorquín Gabriel Sampol. Por aquel entonces las oficinas de su empresa (ahora una multinacional) se encontraban en la calle Jesús de Palma y ocupaban la planta baja de un edificio de viviendas. «Recuerdo perfectamente ese día y tengo una imagen grabada: la de un coronel salir corriendo de la finca. Lo tenia visto, vivía allí y prácticamente se estaba poniendo el uniforme en la calle. Llevaba la espada en la mano. Se montó en su coche y se fue. La escena me extrañó mucho. En ese momento imaginé que había ocurrido algo, pero tampoco era consciente de lo que estaba pasando».
El presidente del Grupo Sampol reconoce que «esa noche me acosté preocupado». Horas antes y tras la escena del coronel, la radio le puso al corriente de lo que estaba sucediendo. «Decidimos mandar a todos los empleados a casa y yo también me fui. Después fueron llegando más noticias y pasaron muchas cosas por mi cabeza. Evidentemente, estaba preocupado».
Francina Armengol apenas tenía 9 años cuando Tejero irrumpió en el Congreso pistola en mano, pero sus recuerdos también permanecen intactos. «Esa noche mi madre me dijo que papá no vendría a cenar a casa porque tenía que quedarse en el Ayuntamiento (era regidor del equipo de gobierno) esperando acontecimientos».
La presidenta del Govern admite que este detalle provocó que «viviera la jornada con una cierta preocupación, pero era una niña…»
Félix Pons, Miquel Durán, Francesc Garí, Santiago Rodríguez Miranda y Francesc Triay eran los cinco políticos baleares que se encontraban en el edificio ubicado en la plaza de las Cortes de Madrid cuando se escuchó «todos al suelo».
Triay confiesa que nunca lo olvidará. «Fueron unas horas muy intensas; desde el inicio hasta que se resolvió, porque no estábamos tranquilos.. Nos tiramos al suelo sin pensar», rememora. En este sentido, señala que lo que más le impresionó fue ver que había muchos guardias civiles armados, que dominaban todos los niveles del hemiciclo».
Francesc Triay señala que sólo los más entendidos sabían quiénes eran; aunque había escuchado hablar de la operación Galaxia, él no reconoció las caras de los golpistas inicialmente. «También me impactó mucho ver de pie a Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y a Gutiérrez Mellado cuando se levantó; ellos no se tiraron al suelo».
El socialista menorquín admite que también se asustó de forma especial cuando los golpistas se llevaron del Hemiciclo a los líderes de los partidos políticos. Al principio no sabían si los habían sacado del Congreso; con el tiempo supieron que permanecían en otras dependencias.
Lejos de Madrid, en Moscú, el jugador internacional de baloncesto Rafa Rullán tampoco olvida el 23-F. Recuerda que se encontraba en la capital de la Unión Soviética para disputar con el equipo blanco un partido de la Copa de Europa ante su gran rival, el CSKA de Moscú «Lo primero que me viene a la mente es una gran confusión. Teníamos partido en Rusia y una vez en el hotel empezamos a tener noticias. Pero claro, eran bastante confusas…».
El exjugador del Real Madrid recuerda que hace 40 años «no había teléfonos móviles, ni tampoco internet. Imagine, estábamos en Moscú y nos cuentan que en España ha habido un golpe de estado». Las noticias no llegaron aquel día hasta la expedición blanca, que tuvo constancia del intento de golpe de estado al viajar de vuelta a España. «Nos enteramos al volver, las comunicaciones eran complicadas por entonces, y más con la distancia con Moscú», explica el pívot, de 69 años, olímpico en Múnich 72, plata en el Eurobasket de 1973 y triple campeón de Europa de clubes. «Me sentí molesto, y a la vez preocupado por los acontecimientos, por todo lo que había pasado en un momento tan importante para la historia de nuestro país», recuerda.
Rullán reconoce que «tenía miedo por todo lo que había pasado y lo que pudiera pasar en un momento tan tenso. La verdad, era para estar preocupado por el impacto de todo lo que se vio en el Congreso», prosigue. De la misma manera, celebra que el asalto a las Cortes fuera «un fiasco total, que dejó claro que ese no era el camino que se quería seguir en aquel momento», concluye el gran pionero del deporte de la canasta .
Llorenç Huguet, rector de la UIB, evoca el 23-F con «mucha preocupación y zozobra, pendiente de cómo se desarrollaría el futuro. Todo eran especulaciones y fue un alivio ver cómo había terminado el mal sueño».
Su familia estaba en Menorca y el estudiaba en la Autónoma de Barcelona. Acababa llegar de Bélgica y daba clase de matemáticas en una academia para pagarse los estudios. Aquel día suspendieron las clases en medio de una gran incertidumbre; al día siguiente se reanudaron.
«Me metí en el coche para ir a casa y puse la radio. Estaba preocupado. Una vez en casa puse la tele y cuando se produjo la comparecencia del Rey ya se estaba viendo cómo los golpistas se comenzaban a retirar de Valencia. Se hablaba del ‘elefante blanco', que no llegó a aparecer».
Aquel 23 de febrero de 1981 parecía un lunes tranquilo para el escritor Guillem Frontera, autor de éxitos como La ruta dels cangurs o Sicília sense morts. El autor se encontraba en su casa de Campos cuando, de repente, estalló la noticia. «Estaba bastante tranquilo hasta ese momento, pero cuando supe de lo que estaba ocurriendo la primera reacción fue salir con mi coche a buscar a mi mujer y a mi hija, que en ese momento era muy pequeña». Estaban en Palma, en casa de los padres de ella. «Fue una primera reacción muy primaria, lo que después me vino a la cabeza fue: ‘Esto es una Isla, no te puedes ir de aquí, no será fácil salir'». Por su cabeza rondaba una pregunta: «¿Qué está pasando aquí?».
Tan solo habían pasado seis años desde la muerte de Franco y la democracia prácticamente dando sus primeros pasos tras muchas décadas de dictadura. Fue también una apertura para el mundo cultura, al que Frontera pertenecía. De hecho, su obra fue censurada durante el Franquismo. «La posibilidad de que aquello pudiera volver a ocurrir se hacía un poco más realidad». Tras recoger a su mujer y a su hija, «fuimos a dar una vuelta por Palma en coche, que parecía una ciudad fantasma, como un cuadro de Giorgio de Chirico, con aquellas ciudades desiertas”. Pasaron por el Ajuntament, por Capitanía, por Gobierno Civil, todo estaba cerrado”.
Algo similar a lo que ocurrió hace un año cuando empezó la pandemia, pero con una diferencia: «Con el virus al menos sabías que estaba pasando, el 23-F no fue así». Menos mal que «Iñaki Gabilondo continuó informado y sabíamos algo porque un cámara de televisión, un operario, se la jugó y se quedó en el Congreso con una cámara encendida». «Fue una situación de angustia y caos, porque nos remitía a tiempos pasados que creíamos sepultados», rememora Frontera, una situación que «afortunadamente, duró poco».