Francesc Triay (Ciutadella, 1944) vivió el golpe de Estado del 23F en primera persona, ya que era uno de los dos diputados socialistas por Baleares -el otro era Felix Pons- que se encontraban ese día en el Congreso de los Diputados.
¿Cómo vivió el 23F?
— Es una de las cosas que nunca olvidaré. Fueron unas horas muy intensas; desde el inicio hasta que se resolvió, porque en el tramo final tampoco estábamos tranquilos.
¿Qué fue lo que más le impresionó?
— Lo que más me impresionó fue ver que había muchos guardias civiles fuertemente armados con uniforme de campaña, que dominaban todos los niveles del hemiciclo. Sólo los más entendidos sabían quién eran Tejero; aunque había escuchado hablar de la operación Galaxia, no lo reconocí inicialmente.
¿Qué otras cosas le impactaron?
— Me impactó mucho ver de pie a Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Gutiérrez Mellado cuando me levanté; ellos no se tiraron al suelo. También me asusté cuando (los golpistas) se llevaron del Hemiciclo a los líderes de los partidos políticos. Al principio no sabíamos si los habían sacado del Congreso. Más tarde supe que estaban en otras dependencias ya que vino un ordenanza pidiendo un abrigo para Felipe González porque donde estaba pasaba mucho frío; yo le di mi chaquetón.
¿Por qué tenía su abrigo allí y no en el guardarropas?
— Yo lo tenía en el escaño porque minutos antes estaba reflexionando sobre a dónde iríamos a parar en esa noche tan fría; entonces, fui al ropero y recuperé mi abrigo.
¿González le dijo algo al salir?
— Cuando salimos, yo lo buscaba y escuché que él preguntó «¿y esto de quién es (el chaquetón)» y yo dije que era mío; me lo dio y me lo agradeció. Me dijo «buen chaquetón». En el bolsillo del chaquetón había un paquete de Ducados que había dejado él y lo conservé un tiempo.
¿Cuál fue el momento de más temor?
— El primero cuando un capitán dijo que «pronto vendrá la autoridad a decir lo que hay que hacer... autoridad militar, por supuesto». Mucho más temor me causó la lectura que nos hicieron del bando de guerra de Milán del Bosch, esto era el bando de guerra del 36. También me impactó cuando los golpistas comenzaron a preparar una hoguera en el centro del hemiciclo con los rellenos de las sillas de los taquígrafos; las rompían y les quitaban el relleno. Afortunadamente no llegaron a encenderla. Al parecer, se les había comunicado que había que rebajar la iluminación porque había peligro de que los focos se quemaran por estar tanto tiempo encendidos y a los descerebrados de los golpistas se les ocurrió encender una hoguera para dar luz.
¿Cómo se sentía?
— La primera parte tenía muy mal aspecto, si el golpe prosperaba la suerte de los diputados era muy incierta; recordaba el no tan lejano golpe de Pinochet en Chile contra Allende.
¿Podía hablar con sus compañeros?
— Podíamos comunicarnos muy poco y con los que teníamos al lado, a escondidas. A mi no me llegó ninguna información hasta primera hora de la mañana, con el titular de El País, que decía ‘Golpe de Estado. El País con la Constitución'. Se dice que algún ordenanza o algún guardia civil -que ya estaban muy descompuestos- corrieron la voz porque algunos ejemplares entraron en el Congreso; yo no vi el periódico.
¿Dieron por hecho que el golpe había fracasado?
— Sabíamos que el golpe había fracasado, pero no cómo terminaría el secuestro del Congreso de los Diputados. Había rumores de que las Fuerzas Especiales de la Policía Nacional estaban estudiando asaltar el Congreso si los guardias civiles no se rendían, cosa que al fin hicieron.
¿Qué sintió al salir del Congreso?
— Aliviado, por un lado; desconcertado, por otro; cuando sales a la luz y ves todo lo que había alrededor, policías, cargos públicos.. Y con un cierto sentimiento de euforia, por haberlo superado; y de alegría, porque los que estábamos haciendo como diputados era ser representantes del pueblo español y habíamos superado un peligro inmenso para la democracia y las libertades.
¿Cuándo pudo viajar a Ciutadella?
— Esa misma tarde.
¿Cómo lo vivió su familia?
— Durante la noche, el Gobernador Civil de Baleares llamó varias veces a mi mujer Carmen para darle ánimos y tranquilidad. Por la mañana, cuando salimos del Congreso, Carmen recibió un gran ramo de flores del gobernador.