El estado de alarma –que llega este miércoles a su día 95– se llevó hace dos meses por delante la celebración de el Dia del Llibre. Pero las librerías ya han decidido trasladarlo al 23 de julio y se las ingenian, lo mismo que las bibliotecas, para salir (o atravesar) estos tiempos distópicos. Un paseo por la ciudad que avanza hacia la nueva normalidad da pie a observar cómo se están organizando.
Cada 16 de junio, que es la fecha que marca el calendario al día siguiente de la llegada de los primeros aviones con turistas de Alemania, se festeja el Bloomsday en todo el universo literario. Durante ese día, pero del año 1904, transcurre la novela Ulises de James Joyce. Ese libro –y otro del mismo autor, Dublineses– ocupa un lugar preferente en la librería Embat. Glòria Forteza-Rei, copropietaria de esa librería y de Quars, los coloca sobre un atril que presidirá poco después el II Bloomsday de Palma. El primero, cuenta, se celebró hace un año aunque con más «interacción».
Eduard Moyà, profesor de inglés y actor, ya fue hace un año el protagonista del evento aunque, recuerda, además de recitar capítulos del libro, se celebró una ruta guiada y hubo actuaciones musicales.
Poco a poco, explica Forteza-Rei los libros recuperan su espacio en la calle aunque de una forma diferente. Habrá agrupaciones de librerías y no grandes aglomeraciones. Hace unos meses, junto a Embat, abrió Llibres Ramon Llull. Joana Berber, igual que sucede en el resto de librerías, atiende con mascarilla. En la Biblioteca de Babel, una librería con terraza exterior y bar, Jordi Nadal cuenta que el 23 de julio, sacarán algunas mesas pero «aquí fuera», en referencia a su calle.
Afirma que durante el confinamiento se recogieron pedidos de libros y que poco a poco se ha ido retomando la actividad aunque sin aglomeraciones. Hay hidrogel en la puerta. Una mujer, con mascarilla, acaba de dejar un currículo.
La distopía de Villalonga
Las mascarillas son también obligatorias para acceder a cualquiera de las bibliotecas de Palma. Una vez en su interior, y como se ha reducido tanto el aforo, ya pueden quitarse. Es lo que explica Carmen Gómez, en la Biblioteca de Cultura Artesana de La Misericòrdia, que depende del Consell de Mallorca. Todas las sillas están ocupadas por estudiantes. Lo que no es posible durante esta fase de la desescalada es «venir a la biblioteca, hojear libros y pasarse horas leyendo». Sólo funciona el sistema de préstamos y, por ese motivo, en la biblioteca hay dos estanterías con novedades, clásicos y «los más solicitados».
Hay que pedir cita previa. La lista de esta mañana está completa. Como el aforo es más reducido, se ha habilitado una sala anexa. Las estanterías están precintadas y no se pueden manipular los libros. Hay que pedirlos. Cuando alguien ha consultado y se va, hay que poner el espacio «en cuarentena».
La que todavía no ha abierto desde el inicio de la pandemia es la biblioteca Lluís Alemany, en el mismo edificio y que dirige el escritor José Carlos Llop. La web del Consell, de cuyo departamento de Cultura dependen ambas, informa que la Lluís Alemany es ahora una «bibiloteca virtual».
Un escritor al que conoce Llop es el mallorquín Llorenç Villalonga (1897-1980), que imaginó una Mallorca distópica donde, en el año 2050, el turismo era el nuevo Dios. De hecho, la Isla había pasado a llamarse Turclub y los libros, arrinconados. La novela se llama Andrea Víctrix. Se puede leer en cualquier momento, aunque puede resultar paradójico hacerlo al final de una pandemia y el mismo día en que los periódicos llevan información escrita y gráfica de la llegada de turistas alemanes.
Villalonga era un usuario habitual de la biblioteca del Círculo Mallorquín, que ahora es la sede del Parlament de las Islas. Es una biblioteca de suelos de madera que, de momento, sigue cerrada al público. También el martes, el día de los plenos.