La llamada de atención de Rajoy el pasado lunes a reactivar el partido ya está teniendo respuesta en Balears. Biel Company se ha puesto las pilas para multiplicar la presencia pública de los populares tras varios años de languidez y peleas primarias internas. Este miércoles se ha ido a la calle Fábrica de Palma junto a Marga Durán, presidenta del partido en la capital, a reunirse con restauradores y empresarios para oponerse a la normativa de terrazas en Cort. Son pasos decididos de reactivación, que deberán multiplicarse en los próximos meses. Tras el hundimiento del rodriguismo la otrora potentísima estructura popular palmesana parece hoy día un lagarto haciendo la siesta debajo de una pita. No se mueve ni con un destornillador. Company lo sabe. Y es consciente de que o espabila ahora a la tropa o dentro de un año será imposible aspirar a gobernar.
Desde Madrid hay llamamientos a inyectar nervio interno. Se verá muy claro en la convención nacional que el PP celebrará en Sevilla entre el 6 y el 8 de abril, días después de Pascua de Resurrección. Corren malos vientos en Génova a causa de los escándalos ligados al PP madrileño y al valenciano. Cada día hay traca nueva. Además, Ciudadanos crece desbocado en las encuestas. Rajoy necesita como agua de mayo un baño de masas bien regado por las televisiones capitalinas. El aldabonazo será sevillano. Objetivo: intentar remontar en los sondeos. Biel Company lo sabe. Tiene que hacer lo propio en Balears y hacer renacer aquel PP de antaño, que parecía tragarse todo lo que le circundaba cuando sonaban las cornetas de la movilización. Hoy en día pintan bastos. Comenzando por el revoloteo disidente y vengativo que protagoniza José Ramón Bauzá, mucha estructura popular está desmovilizada. El famoso poder municipal pepero ha quedado reducido a un puñado de pueblos. Casi nada comparado con otras épocas. El PP ha perdido aquel poderío que exhibía no ya en Palma, sino en Calvià, Inca, Llucmajor...Ahora pintan bastos y depresión llorona. Y está en manos de Company insuflar ánimos, infundir fe en la victoria y recuperar la moral deshinchada.
Mientras, sigue el riesgo de perder votos por los dos agujeros abiertos que hace pocos años no existían: Ciudadanos por un lado y el PI por el otro. Bauzá humilló innecesariamente y por vanidad a Jaume Font y a Antoni Pastor hace unos años y ahora lo paga todo el PP. El pobler encarnaba una parte del alma regionalista de este partido. El castigador fue el mismo Bauzá que ahora rema, consciente o inconscientemente, a favor de Ciudadanos. En este contexto, Company intenta fortalecer un discurso propio. Mira hacia Galicia y hacia Feijoo, pero con la diferencia de que allí no se ha humillado a ningún galleguista conservador o liberal. Al contrario, los integran. Esa es la diferencia con Galicia que intenta superar Company.
Pero la prueba de que es difícil lograrlo es que el Pacte de izquierdas está muy tranquilo. Pese a que han encajado goles en propia puerta, como la caída de Barceló en Turisme o el tango de los contratos de Garau, la izquierda está calmada y más segura que nunca a 15 meses de la próxima cita electoral. Esa es la gran diferencia con las dos anteriores legislaturas progresistas que encabezó Francesc Antich, donde hubo muchas más zozobras y problemas que en la actualidad. Aquellos Pactes temblaban cuando faltaba un año para las elecciones (además, en Génova estaban en momentos de auge). Ahora, no.
Company tiene que levantar a los suyos, pero con el viento mucho más complicado del que tuvieron Matas en 2003 y Bauzá en 2011.