Los nervios van en aumento en el PP-Balear, sobre todo en Palma. Tras la fulminación de José Ramón Bauzá, se hizo cargo de la organización el buenazo de Miquel Vidal. Tenía que ser un presidente de transición a la espera del congreso regional que nombrase a un nuevo primer espada. Justo después llegarían los congresos insulares y el de Palma (auténtico campo de batalla de la crispación actual). Pero antes ha de celebrarse el congreso nacional. Y tal empeño de momento no tiene ni fecha ni se la espera. La cosa se ha torcido con los resultados de las generales del 20-D. Viene por delante la negociación para formar Gobierno en los madriles y el PP no las tiene todas consigo.Ni Rajoy ni su cúpula están ahora para congresos ni festivales internos. Tienen que mantenerse en el poder como sea.
En Mallorca siguen al milímetro el proceso que se libra en Madrid. Ya comienzan a olerse dos cosas: la primera es que el PP puede conseguir una entente tripartita con Ciudadanos y PSOE. Eso piensan ellos, Pero a un precio altísimo: la cabeza de Mariano. «Ni Sánchez ni Naranjito pactarán jamás con el jefe de Bárcenas. Su rinbombante discurso anticorrupción les caería de las manos. Es como lo de Artur Mas, pero al revés», comentan en privado algunos militantes populares en Mallorca. Eso significa que la salida al actual impasse podría pasar porque el PP nacional opte por otro candidato a la presidencia que no sea el amortizado Mariano. Tal salida a la catalana desatascaría el actual marasmo madrileño en una dura coyuntura en que la Generalitat quiere tomar las de Villadiego.
Pero desde una óptica pepera balear, tal posibilidad, cada vez más evidente, produce nervios y crujir de dientes. Porque un nuevo presidente nacional supone aplazar sine die los procesos congresuales. Ningún nuevo líder se arriesgará a montar un congreso para toda España sin haber tenido tiempo de ajustar las riendas y colocar a hombres de su confianza en Génova. El resultado es que Miquel Vidal, que tenía que ser un presidente temporero y contemporizador puede continuar clavado en el cargo durante mucho tiempo, «quién sabe si hasta finales de año». Y el congreso de Palma, con el rodriguismo formado en línea de batalla, podría irse al 2017, nada menos, cuando las peleas en Palma con los isernistas ya son dignas de un Saloon del Fas West.
Ante esta tesitura, ya hay movimientos internos para intentar convencer a Vidal de que haga «cambios» en el actual organigrama, digitado del primero al último por José Ramón en sus dorados tiempos de gloria omnímoda. Dada la estructuración cuartelera del PP, su presidente tiene más poder que Moisés en el cruce del Mar Rojo. Por eso muchos no entienden que Vidal lo mantenga todo «tal y como estaba con Bauzá cuando éste ha desaparecido tras la debacle de las autonómicas». Tal querer mantenerlo todo «puede provocar un choque interno de órdago».
Un botón de muestra: el caso Aina Aguiló, mano derecha de Mateu Isern en Palma. Tuvo un fregado con el secretario general, el infantil Andreu Ferrer, en una cena del partido al final de la pasada campaña electoral, Hubo intercambio de palabras gruesas, pero en un incidente menor, casi anecdótico. Pero Ferrer la denunció ante el Comité de Derechos y Garantías. Y como ya es habitual, Miquel Vidal se lavó las manos con Heno de Pravia, ejerciendo como nadie de Poncio Pilatos.
El Comité de Garantías está presidido por Antoni Deudero, que a su vez ahora comanda la corriente crítica Hablan Las Bases. Deudero estaba desengañado de todo. Pero ha visto la luz del túnel cuando Ferrer le ha arrojado a sus pies a la mano derecha de Isern. Ha recuperado el protagonismo perdido y ha vuelto a lamer la espada del poder. Ha empapelado a Aina y ha nombrado instructor del caso al alcalde de Manacor, el fino jurista Pedro Rosselló. Dicen que Aina Aguiló está indignada porque el asunto de su posible sanción va hacia adelante sin que se haya producido acto formal de conciliación. La situación podría hacerse explosiva.
Vidal no controla al presidente del Comité de Garantías y eso es extensible a otros cargos orgánicos de importancia, sobre todo cuando se está en la oposición y sin congreso a la vista. «Vidal renuncia a ejercer su fuerza de dirección y de árbitro, tensionando más y más la cuerda con cada no-decisión que toma. Eso acabará muy mal», dicen en el PP. Mientras, están pendientes de lo que pasará con Rajoy, «que ya huele a Mas».