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Cita bajo la luz de la luna

Las noches en las terrazas de Palma son una cita fija en el calendario estival tanto para los turistas como para los habitantes de la Isla

Tomarse un respiro. Foto: M. À. CAÑELLAS

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El verano está dando sus últimos coletazos. Sin querer ser aguafiestas, hay que tener presente que los días de buen tiempo, de vacaciones y de ocio llegan a su fin. Las jornadas amenas se transformarán, por el efecto devastador del devenir del tiempo, en fríos días de invierno, monótonos, tristes y vagos. Se acabaron las horas muertas en la playa, las fiestas nocturnas bajo la luz de la luna, los baños refrescantes, los paseos vespertinos sin rumbo fijo, la ropa ligera y cómoda... Como si de un buen sueño se tratara, estas jornadas serán guardadas en la memoria y rememoradas en horas de melancolía gélida. Frente a la chimenea o junto a la estufa de un bar, con un ardiente café entre las manos, recordaremos sobre todo aquellas noches de verano sintiendo la brisa en nuestro rostro, sentados en las amistosas terrazas.

Estos lugares son idóneos para ver pasar la vida de una forma relajada, dejando a un lado las tensiones. Son muchos los amigos que se reúnen alrededor de una mesa al aire libre para desentrañar los porqués de la existencia humana, intercambiar opiniones y contemplar la esencia de las cosas como mero espectador. Una mirada, un gesto, un modo de andar; todo adquiere un nuevo significado no descubierto hasta el momento.

Palma está llena de estas terrazas por todos sus rincones. El Passeig Marítim es, sin duda, una de las zonas más concurridas. Incluso las discotecas como Pachá e Ib's presentan una zona de descanso fuera del local donde relajarse del barullo interior. María, una joven de Madrid que pasa unos días de vacaciones en la Isla, se niega a ir a discotecas que no tengan terrazas porque «son un auténtico hervidero de gente; la única solución para despejarte es salir a tomar el fresco».

Sa Llotja combina, en sus terrazas, los bares de copas con los restaurantes. De esta manera el usuario puede degustar un buen plato de paella al mediodía, cobijado bajo una enorme carpa, o una cerveza por la noche. José, asiduo a estas terrazas, confiesa que no necesita compañía alguna, «puedo estar horas y horas contemplando a la gente; es algo que me relaja mucho».

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