El sol aun quema cuando arranca la última jornada del Mallorca Live 8.0. El primer turno (Ritual Nepal, Tony Caballeros, Go Cactus y Fera) se vacía sobre el escenario; la banda de hard rock Lyra’s Hell toma el relevo. Pese a su contundencia y densidad, sus canciones contienen ritmos pegadizos, están atravesadas por el entusiasmo. En los ‘90 habrían llevado el éxito tatuado en su destino, pero corren días de ‘latinidad urbana’…
El final de las cuatro fogosas valkirias coincide con el despegue de Repion, un dúo que lleva la intimidad emocional por bandera. La introspección también es la correa transmisora de Judeline, aunque la suya es algo más monótona. La gaditana pugna con Discontrol y Tristán! por hacerse con el protagonismo en su franja horaria.
Más tarde irrumpió el rock romántico de Siloé, los pucelanos brillaron con un ejercicio de sencillez. No es poco mérito en estos tiempos en los que se valora más la carcasa que el talento. No cuentan grandes cosas ni rompen moldes, pero su oficio no pasa inadvertido.
Tras Anadie, Aqutie y Fez, llegó el turno de El Kanka, un artista que sin pretenderlo se ha erigido en un cualificado portavoz de la calle, porque ejerce como pocos la empatía y esa conexión entre seres humanos cada vez más ausente, además incita el vaivén de caderas. Mystery Affaire propone otro tipo de baile, pero su dark disco insinúa una descarga de adrenalina que nunca acaba de llegar.
Algunos directos son una incógnita. No sabemos a ciencia cierta si replicarán su propuesta en plástico; si exhibirán la misma entrega ante un público no necesariamente conocedor de su obra. Por eso, cuando todo se alinea en positivo, lo que se percibe tiene aires de revelación y sorpresa. Sucedió con varias de las propuestas más madrugadoras que han amenizado el festival.
Quien no sorprende es Iggy Pop, no le hizo falta decir ni media palabra para desatar la histeria. Irrumpió con el torso desnudo y acto seguido se avistaron los primeros vasos de cerveza voladores. T.V. Eye, un viejo tema firmado con los Stooges, abrió el concierto del padrino del punk. El de Michigan está en buena forma, su propuesta es decente, a ratos emocionante, solvente en resumen. De hecho, su frescura recordó a la de otra vieja gloria que nos visitó hace un año (Blondie). Ambos habitan en el panteón del rock, son artistas que sirven de almohada para recostar la nostalgia que nos hace soñar con lo mejor de nuestra juventud.
Barry B, Kilimanjaro y Los Wilds toman el relevo, a la espera de Mercury Rev, cuya música sigue emparentada con la de sus ‘primos lisérgicos’ Flaming Lips. Ambos se sirven de la pasión y el orden, y la ecuación sigue vigente en su puesta en escena. Siempre con la psicodelia flotando en el ambiente, Jonathan Donahue y compañía transmiten un aura heredera de la fantasía hippie. Conservan sus ideales románticos, pero se despegan sagazmente de la hipocresía del relato bienhumorado para anclarse en sus más brumosas antípodas. Aunque con un sentido del humor afilado que disimula la rotunda oscuridad con la que observan todo cuanto les rodea. Su directo es sólido, una experiencia alucinógena con tres décadas de maduración que se solapó con el directo de Biznaga. Sin duda otro de los nombres propios de la noche. Los madrileños han sabido empastar sus influencias para dar con una propuesta a la que no se le ve costura alguna. Detentan todas las virtudes y ninguno de los vicios de la era moderna. Fueron una grata sorpresa.
El festival encara su recta final. Lua de Santana, Desiree, Baiuca, Karavana, Carlita, Coolnenas y Elyella aún deben medir sus shows; también Bad Gyal, el nombre más esperado del cierre.
Afonía, ojeras y resaca se acumulan entre quienes han resistido este fin de semana sin tregua, pero nadie está dispuesto a administrar su entrega en la última noche. Van a tumba abierta. Delirio de juventud. En pocas horas la música, como todo lo intenso, se desvanecerá en esa frontera entre lo real y lo soñado. El Mallorca Live se despedirá dejando un eco persistente en la memoria, un temblor en el pecho; y el próximo año regresará, con otros grupos, con otros acordes, dejando la misma piel estremecida por la música.
A buenas horas Iggy, aunque siempre nos quedarán tus inolvidables grabaciones