El patinador mallorquín Diego Poncelet, dos veces campeón del mundo en absoluto de downhill (descenso) y una vez en contrarreloj y que recientemente se proclamó como el más rápido en Turquía en primera ronda, salta al mundo del cine, pero sin bajarse del patín. El isleño, gran aficionado al audiovisual y con ansias de convertirse en director, debuta en el séptimo arte con Tem, un corto que se podrá ver por primera vez en el Atlàntida Film Fest el próximo mes de julio dentro de la sección Talent Balear. Se trata de un filme en el que se «quita el casco para ver la persona que está debajo».
El proyecto, hecho de manera casera y «sin presupuesto», resume la esencia y la sensación que el propio Poncelet quiere transmitir: la conexión de un grupo de amigos. Los mismos que están frente a la cámara son los que han estado detrás de ella ayudando a Poncelet a crear esta docuficción en el que «la historia es cien por cien real, aunque no sabes qué es recreado y qué no».
Acostumbrado a montajes en los que básicamente se resumen las habilidades y destrezas deportivas, Poncelet siempre había pensado «que se podía ir más lejos, expresar la conexión humana que hay en el patín y las responsabilidades entre nosotros en lo que es un deporte extremo».
Es la amistad una de las principales temáticas de la cinta. «Nos preguntamos por qué patinamos si es tan peligroso y es por la amistad, por los momentos especiales que compartimos y por la belleza de este deporte en el que puede ser todo superbonito y 10 minutos después estar en el hospital sin saber por qué».
Y es que los accidentes, por desgracia, forman parte –o pueden serlo– de esta práctica. Es, de hecho, una de las ideas que estructuran el filme que lleva por título el nombre de un buen amigo que sufrió un accidente en la carretera de sa Calobra. Tem, que está hoy en día recuperándose de aquel golpe de hace años, es el faro de este grupo de amigos que le dedican «este homenaje» que tiene, eso sí, «un mensaje positivo y de apreciación por la vida», huyendo así de la etiqueta de temerarios que algunas personas no iniciadas puedan pensar.
Es «una historia humana a través del patín, de amistades, una peli que espero poder ver dentro de 20 años con mis amigos» en la que hay una máxima que ha nutrido toda la producción y que Poncelet describe así: «No se trata de cómo crear un mundo mágico, sino cómo crear la magia en el nuestro y a través del patín, las amistades y el peligro; la magia puede salir muy fácil».
Sabe Poncelet que es difícil para la gente ajena comprender lo que uno siente al patinar y por qué lo hacen. A ellos, Poncelet destaca que «parece que es todo hard rock, pero en realidad para mí es terapéutico, meditación». Es por ello que el Atlàntida es una gran ocasión: «Es nuestra casa y permite que nuestras familias lo vean y puedan entendernos». Para eso existe Tem también, para que puedan sentir lo que sienten sin necesidad de subirse a un patín. Y eso es cine.