Antoni Vidal Ferrando (Santanyí, 1945) cree que las cosas suceden por alguna razón. En 1994, llevaba una década de trayectoria poética y varios premios a sus espaldas, como el Premi Ciutat de Palma, pero un encargo inesperado y, paradójicamente fracasado, le dio el impulso para escribir su primera novela, Les llunes i els calàpets.
«Pere Pons i Clar, compañero mío de Magisterio, me dijo que una editorial quería empezar a publicar una colección de monográficos y yo, como sabía mucho del tema del contrabando, me propusieron escribir 70 páginas sobre el tema. Cuando estaba trabajando en este proyecto me di cuenta de que ahí había una buena novela. Cuanto más avanzaba más claro lo tenía, pero como me había comprometido, estaba preocupado. Un buen día mi amigo me dijo que, lamentablemente, al final no se pondría en marcha esa colección, así que, muy feliz, decidí escribir esa novela que tanto me apetecía hacer. ¡Quién sabe si hubiera tardado más en escribirla si no hubiera sido por ese encargo!», recuerda ahora el autor, que ha vuelto a revisar aquel debut literario con motivo de su reedición por parte del mismo sello que la publicó originalmente: Moll. La presentarán este viernes, a las 19.30 horas, en el Teatre de Santanyí.
«Empecé a escribir con 13 años, pero luego estudié Historia, que me apasionaba, y aparté la literatura. No retomé la escritura hasta los 39 años y casi tenía 50 cuando publiqué la novela, aunque tenía cierta edad, todavía me sentía un niño. Me encontraba muy cómodo en la poesía y siempre había tenido la duda de si sería capaz de crear una novela, porque para hacerlo uno necesita ser muy detallista y creo que yo lo soy poco. No me gustan las largas descripciones, a no ser que tengan un sentido para la trama, aunque sea poético o metafórico», reconoce el escritor, que a su vez admite que es «muy crítico y autocrítico». «Nunca me parece que lo que escribo sea ninguna maravilla y estaba preocupado por volver a leer Les llunes i els calàpets, menos mal que me gustó. Además, mi gran satisfacción fue que no había perdido vigencia alguna. Fue un gran alivio», añade.
Sobre este título, el autor explica que «es una obra coral escrita en primera y tercera persona por un narrador que casi siempre se mantiene en el anonimato y que trata sobre numerosas víctimas de la Guerra Civil», «Al final es una crónica de los años más intensos del contrabando en Mallorca en el primer tercio del siglo pasado y cómo se produce el tránsito entre el mundo ancestral hacia la modernidad, algo que se ve interrumpido por la Guerra Civil, que nos hace retroceder hacia el mundo anterior». Luego llegó La mà del jardiner (Edicions 62, 1999), ambientada en la Posguerra y, la tercera, L'illa dels dòlmens (Ensiola, 2007), se centra en los inicios del turismo hasta nuestros días. «Con esta trilogía quise hacer una crónica del siglo XX isleña, a veces sentimental, a partir de cosas que me habían contado o había vivido, con dosis de fabulación, mezclando fantasía y realidad», señala.
Después publicó La ciutat de ningú (Meteora, 2016) y Quan el cel embogeix (Adia, 2020), dos novelas «muy experimentales que no se inscriben en ningún género, sino que simplemente querían ser expresiones literarias para abrir nuevos caminos». De momento, el autor avanza que tiene empezado un libro de poemas, pero lo tiene aparcado. «Cuando escribo una obra literaria necesito vivirla las 24 horas del día, porque toda la energía del mundo no basta para hacerlo un poco bien», concluye.