Mirar a las estrellas es lo mismo que mirar al pasado. Es sabido que su luz recorre distancias tan humanamente inconmensurables que cuando llega a nosotros es, literalmente, una imagen de un pasado remoto que nada tiene que ver con la estampa real y presente de esos astros. Algunas ya no existen en su lugar de origen, pero lo siguen haciendo en nuestra bóveda oscura. Otras irradian más luz de la que jamás habían emitido, aunque todavía no nos hemos dado cuenta de ello. Según la iconografía religiosa, fue precisamente una estrella la que guio a los Magos de Oriente a Belén, y también fueron las estrellas lo que inspiraron al pintor catalán Joan Miró a crear sus Constelaciones en una época de depresión ante la putrefacción y destrucción del mundo. La casualidad quiso que la propia luz de Miró se apagara nada menos que un 25 de diciembre de hace 40 años, y ante ello nos preguntamos, ¿cómo de encendida continúa la estela de Joan Miró?
Su nieto, Joan Punyet Miró (Palma, 1968), no duda sobre su vigencia: «Es atemporal». Para el mallorquín, la obra de Miró «siempre deja una fuerte impresión en todas las generaciones que he podido conocer a lo largo de mi vida, desde niños, jóvenes y estudiantes, a profesionales de museos, directores, comisarios, investigadores, filósofos y cualquier tipo de persona relacionada con el mundo del arte o no».
La prueba de ello, según Punyet, es que «las exposiciones se suceden en cualquier parte del mundo», con varios proyectos ahora mismo en Asia, por lo que «el interés no decae, muy al contrario», como demuestra la reciente propuesta Picasso-Miró habida en Barcelona y que cuenta también con otra simultánea en el Museo Picasso.
Sobre estas últimas opina también Enrique Juncosa (Palma, 1961), quien ha comisariado a su vez La realidad absoluta, que se pudo ver en el Guggenheim de Bilbao y contó con 380.000 visitantes. Son para el mallorquín la prueba de que «el prestigio de Miró aumenta cada año».
A su vez, Juncosa recuerda las tres fundaciones que llevan su nombre, la de Palma, la de Barcelona y la del Montroig, y «las esculturas y el mural cerámico que pueden verse» en Ciutat así como sus «obras en Es Baluard y la Fundación March», por lo que su figura sigue «interesando a muchos artistas contemporáneos».
Deseo y belleza
Josep Massot, el periodista y biógrafo del propio Miró, además de miembro vocal de la Fundació, opina que la figura del catalán «se agiganta» porque «nos interpela de lleno» en lo que nos preocupa hoy a través de una obra que «engarza las inquietudes individuales como la soledad, la muerte, el desasosiego de vidas aceleradas vacías de sentido, el deseo, la belleza, la libertad», etcétera. A pesar de ello, también coincide en que «es un gran desconocido», porque el «sistema artístico mallorquín sigue teniendo muchas carencias».
Por su parte, para el comisario y coleccionista Joan Oliver ‘Maneu', la figura de Miró «no solo aguanta el paso del tiempo, sino que tal y como corresponde a un visionario que se adelanta a su época, cada día se acrecienta a los ojos de una mayor masa humana».
En opinión de este último, que le trató personalmente, cada vez se «profundiza más en su conocimiento y se extiende por el mundo su presencia» , razón por la cual su reconocimiento público «es evidente y se demuestra en las instituciones que lo respetan y exhiben» como museos y fundaciones y otros indicadores.
Es, por todo ello, alguien «enraizado en nuestra tierra», como destaca Massot: «Nos legó un ejemplo de cómo desde Mallorca se puede hacer un arte universal» a la par local. Es la de Miró, pues, una figura respetada, querida, admirada y estudiada a día de hoy, a juicio de los cuatro interrogados, pero siempre puede lograrse más. Por ello, les preguntamos cuál sería el mejor regalo, aprovechando las fiestas, en favor de su legado. El obsequio de Massot iría por la unión entre «la iniciativa privada y las instituciones políticas impulsen sin complejos la Fundació para que se integre por fin en la ciudad».
Punyet, por su parte, se decanta por el hecho de que las tres Fundaciones «estén conectadas y avancen juntas», algo que ya ocurre, pero «siempre se puede aspirar a una mayor colaboración e implicación», para «expandir a partir de ellas el arte de Miró internacionalmente».
En esta misma línea se expresa Juncosa, para quien el mejor detalle posible para preservar la obra de Miró es «incrementar en lo posible la financiación de la Fundació Pilar i Joan Miró permitiendo un mayor nivel de excelencia en sus actividades», haciendo que su nombre fuera por siempre acompañado de una gran calidad en la propuesta.
Expandir su obra es precisamente el mejor presente que se le podría hacer en opinión de Maneu, quien ve en «su difusión entre las generaciones más jóvenes» el «mejor regalo y homenaje» posible, posibilitando de esta manera que su luz siga encendida en las nuevas hornadas de artistas.
Experimentador
Y precisamente esto último, una luminosidad imperecedera, es lo que podemos hallar en la obra y personalidad del catalán a través de su forma de ser y pintar. Para Juncosa, «fue alguien abocado a una afán constante experimentación», por lo que «podemos aprender mucho de su entusiasmo, entrega, dedicación y compromiso» en un momento en el que impera «el cinismo y compromiso político oportunista».
Su espíritu de «superación y de no rendirse ante las adversidades» es la lectura que extrae Maneu de Miró, mientras que Massot se decanta por su «ética, libertad creativa, generosidad, imaginación e insobornable tenacidad para hacer valer un arte que vibra en el interior del espectador», un arte para «la esperanza de una humanidad mejor».
Finalmente, su nieto elige su «humildad y generosidad», fruto de un contexto histórico difícil por ser «fiel a sus valores éticos y morales», algo «muy importante en un mundo tan convulso como el actual». Ese contexto llevó a Miró a lanzar su mirada a las estrellas en búsqueda de una luz que parecía no existir. Una luz de paz y orden ante el caos bélico. Y siguen iluminando nuestro cielo como la estela del propio Miró sigue alumbrando el mundo del arte a través de su obra, compromiso y carácter. La luz de Miró que guía 40 años después.