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Crónica tardía de una muerte temprana: vida y obra del niño Chocolate

Tomeu Canyelles reedita ‘Ahir enterràrem un nin a Ciutat', sobre José Esteves de la Concepción

Tomeu Canyelles, el historiador y autor de la biografía sobre Chocolate. Foto: M. À. Cañellas | M. À. Cañellas - M.A. CAÑELLAS

| Palma |

Un niño con tanta vida dentro que se le acabó saliendo. Podría ser una descripción de Chocolate, el alias de José Esteves de la Concepción (1965-1978), un chaval que a la temprana edad de 13 años falleció en un baño público del Parc de la Mar de una sobredosis. Y pese a su trágico final, su historia, condensada en apenas unos años, habla más de una época y una sociedad que de él mismo. Así lo cree Tomeu Canyelles, historiador que publica con Illa Edicions la reedición de Ahir enterràrem un nin a Ciutat, una versión que mejora y amplía lo ya contado en 2020 y que cuenta con un prólogo del escritor Miqui Otero. Canyelles presentará el libro el día 22 en la librería RataCorner junto a Cati Moyà y el dramaturgo Rafa Gallego, quien, por cierto, está trabajando en una obra de teatro sobre esta historia.

Antes de nada, una introducción a Chocolate para quienes no le conozcan. Nacido en 1965 y a pesar de su juventud, estuvo involucrado en los ambientes libertarios de Palma desde la ocupación de sa Dragonera, los círculos bohemios de Deià o incluso tocar con Daevid Allen y Kevin Ayers. Artista, principalmente, su pertenencia a una etnia tan desplazada como los gitanos portugueses le marcó, y su extrema libertad fue asociada no solo a esta apertura máxima, sino al peligroso coqueteo con las drogas, que acabarían por matarle.

Mark R. Auren junto a Chocolate en sa Dragonera, dos amigos muy unidos.

Su muerte, de hecho, «polarizó» a la sociedad y despertó la atención mediática. «Se buscaron culpables y la prensa reflejó el debate porque de la misma forma que se opinaba, los amigos de Chocolate escribían réplicas», detalla el historiador. El mismo trato recibido por parte de la prensa es también algo que permite ver «lo mucho que ha cambiado el lenguaje periodístico» y las formas en las que noticias como estas y los seguimientos de las mismas se trataban por aquel entonces.

De hecho, ese eco mediático es el motivo por el cual Canyelles dio con el caso: «Fue un accidente. Estaba trabajando en la hemeroteca por otro tema y vi de casualidad ese titular y se me quedó clavado», confiesa el mallorquín. «Lo que pasa es que no tenía clara ni la estructura ni el tipo de proyecto que quería hacer, hasta que al final me lancé por el ensayo histórico».

Chocoalte actuando en el Centro de la Guitarra.

Así pues, en esta segunda edición se ha corregido y mejorado el texto, pero también se amplían testimonios y se cuenta con la aportación de Miqui Otero, «que es un regalo porque le admiro y además nos ayuda a romper la insularidad del personaje». Al margen de esto, sin embargo, también se da la circunstancia de que Chocolate ha recobrado una nueva vida tras la publicación del libro. «Entre el boca a boca y la atención que llama el caso y el propio personaje han hecho que al final se agotara la primera edición», por lo que la reedición se torna necesaria.

Otra faceta del libro y el personaje es su capacidad de hablar de una época y sus formas. «Él simboliza el fin de las utopías. Muere en el 78, mismo año en el que se promulga la Constitución, y su muerte tiene algo de simbólico por esta circunstancia».

Imagen del archivo de Última Hora de los baños públicos del Parc de la Mar donde Chocolate perdió la vida.

Además, «es un acercamiento a la marginalidad» a la que perteneció, ya que la suya es una historia que se separa de la cultura oficial de la Isla y es una forma de explicar la propia ciudad, a través de sus personajes, los positivos, claro, pero también los que como Chocolate tuvieron un final trágico y negativo. «Nuestra sociedad se ha construido bastante de puertas para adentro, pero en esa época había una cultura de calle, de ocio callejero en la que un chaval de 13 años se drogaba, tocaba a cambio de limosna, vivía aventuras con turistas culturales o se iba a robar un coche». Y eso también es parte de lo que fue Palma.

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