El historiador Tomeu Canyelles acaba de publicar Ahir enterràrem un nin a Ciutat. Vida i mort de Chocolate (1965-1978), de la Editorial Illa, libro en el que relata la historia de un pequeño mito de Palma, pero también de Mallorca, que todavía muchos recuerdan.
Según Canyelles, «José Esteves de la Concepción, Chocolate, así, sin artículo, era un niño gitano de origen portugués que, procedente de Asturias, debió llegar con su familia a Mallorca en 1975, en el marco de la ola migratoria hacia la Isla. Él mismo se definía como gitano, asturiano y originario de la India. Los gitanos portugueses sufrían una doble discriminación, pues los propios gitanos mallorquines los rechazaban, por lo que su destino era el chabolismo o las viviendas insalubres, y su actividad consistía en la chatarra, la mendicidad o la pequeña delincuencia».
La familia de Chocolate vivía en sa Calatrava, por entonces un barrio marginal y conflictivo que nada tenía que ver con lo que es ahora. El autor señala que «en contra de lo que se pueda pensar, su apodo no tenía relación con el consumo de estupefacientes, sino con el tono oscuro de su piel. Era analfabeto, pero poseía un gran carisma personal, una voz poderosa y un talento musical fuera de serie. Normalmente cantaba coplas acompañándose de las palmas, pero estaba muy dotado para el ritmo y la improvisación, y empezó a interesarse por el blues. En el Selva Rock de 1977, saltó al escenario como espontáneo y se puso a cantar. El músico Ramón Olivares, que participaba en el festival, entre sorprendido y fascinado, decidió acompañarle a la guitarra. Muchos recuerdan esa actuación y no la de los grupos que tocaron en esa edición».
Chocolate se dedicó a la pequeña delincuencia con los turistas y, pese a su edad, mantuvo relaciones sexuales con extranjeras mucho mayores que él y que no se resistieron a la gracia, la espontaneidad y el magnetismo que desprendía ese preadolescente. Canyelles detalla que «en Palma hizo amistad con un niño norteamericano residente en Deià, Mark Auren, quien se lo llevó al pueblo de Tramuntana. Allí Chocolate se hizo muy popular gracias a su talento, conociendo a Kevin Ayers, David Allen o Joan Bibiloni, y el ambiente hippie, artístico y bohemio de Deià en esos años, pero también descubrió que existía todo un mundo fuera de la marginalidad, el esplendor de un entorno natural y que incluso había gente que dejaba la llave en la puerta».
En Palma, accedió a los ambientes libertarios de la época y al bar La Buhardilla, donde Raphel Pherrer ejercía de camarero y actuaba Joaquín Sabina, quien hacía aquí el servicio militar. En ese ambiente, Chocolate y Mark Auren (ambos hicieron un pacto de sangre) participaron en la ocupación de sa Dragonera en julio de 1977.
Tomeu Canyelles relata que «empezaron a hacerle entrevistas y se hizo más popular. No resulta extraño que con todo ello y con mucha gente jaleándole, empezara a tener un cierto ego. Con un imán para la buena y la mala vida, siendo un niño rodeado de adultos, Chocolate apareció muerto en los restos de las casetas que se utilizaban como baños en la Fira del Ram, cuando ésta se instalaba en la explanada que ahora es el Parc de la Mar. La versión oficial apuntó como causa al consumo de droga adulterada, cuando este tipo de noticias eran todavía una novedad. La prensa se hizo amplio eco del hecho y del funeral ¿Qué artista podría haber sido? Nunca lo sabremos».