La biografía Carmen Balcells, traficante de palabras (Debate, en castellano, y Rosa dels Vents, en versión catalana) resume cuarenta años de relación con la agente literaria y cinco años de trabajo de Carme Riera. El volumen recoge una gran cantidad de detalles sobre ilustres representados como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela o Carlos Fuentes, entre otros muchos. Es a su vez el testimonio de una época, en la que Barcelona se convirtió en la capital mundial de la edición en lengua castellana. Nacida en Santa Fe de Segarra (Lleida) en 1930, Balcells se convirtió en la agente literaria más influyente.
Este es un libro lleno de información sobre una época y, también, un homenaje.
— Ha sido un trabajo laborioso. Es un homenaje de amor y cariño enorme a Carmen Balcells. Es también una manera de recoger las voces que tienen que ver con ella y con una época, para que no se pierdan. Es un libro que habla de memoria histórica, de la Barcelona de una época en la que la agencia Balcells fue una pieza fundamental.
¿Cómo era su relación con ella: de amiga o clienta?
— Primero fue de clienta, que se convirtió en amiga. La agencia me llamó y me propuso ser representada. Acepté. Enseguida congenié con Carmen. Durante una temporada, llegamos a ser vecinas.
¿Cuáles eran las claves para conseguir su beneplácito?
— Un poco las mismas que para caer bien a cualquier persona: ser amable, tener una actitud despierta y atractiva hacia la otra persona. En general, empatía. Ella quería invertir en el talento creativo de los escritores. Debía considerar que yo lo tenía.
¿Qué importancia tuvo Balcells en su obra y en el éxito de la misma?
— Ella tuvo mucha influencia al principio, cuando dejé de ser una persona a quien el editor le tomaba el pelo, de manera consentida. Consideró que esto no era una manera correcta de actuar y cambió este aspecto. Sobre los éxitos de la obra, no podía influir demasiado, eso depende de los lectores.
Vargas Llosa se refiere a Barcelona como capital cultural de España en los años 60 y 70. ¿Qué ha quedado en Barcelona del boom americano?
— No ha quedado nada. La cultura no interesa en este momento, ni sacar provecho de lo que fue Barcelona. La mirada de las autoridades va hacia otro lado. Fue capital cultural de la UNESCO, pero diría que no se hizo nada.
El editor Lara [fundador de Planeta] ofreció a García Márquez una casa en Mallorca.
— Lara le proporcionaba un chalet, pero García Márquez no quiso ir a Mallorca porque ahí no estaba Carmen Balcells. Mallorca era un lugar precioso, donde vivía Apuleyo Mendoza, pero Gabo quería estar al lado de la agente.
Balcells conocía las dos versiones del puñetazo de Vargas Llosa a García Márquez, pero fue discreta hasta el final.
— Hay muchas cosas que yo misma conozco y no he dicho en el libro, porque no son de recibo. Para un agente literario, la discreción es fundamental. Carmen decía que valía más por lo que callaba que por lo que contaba. Fue muy discreta hasta que dejó de trabajar como agente. A partir de entonces, en el año 2000, sí concedió muchas entrevistas. Decía que había sido una monja que acabó convertida en una primera actriz.
Cambia la manera de negociar los derechos de los escritores. Con su muerte, ¿se acaba una época o se sigue la que ella inició con su actitud?
— Lo que empezó, sigue vigente. Los editores, hoy en día, son gente seria. Los contratos no son draconianos, no te estafan con las tiradas. Al menos, en España. Los editores son gente honesta.
Guillem d'Efak (hijo del cantautor y escritor de Manacor) fue presentado en sociedad durante la fiesta de celebración de su entrada en la RAE. Dos años después fue despedido, poco antes de la muerte de Balcells.
— El final de Carmen fue triste, angustiada por los problemas que consideraba que tenía la agencia. Ella era muy generosa. Había empezado negocios inmobiliarios que no funcionaban nada bien. Quería dar un giro a su agencia, la quería vender. Fue cuando contactó con Guillem d'Efak, después tuvieron desavenencias y acabó despedido.
¿Cómo era la relación entre Carmen Balcells y Andrew Wiley, el chacal?
— Se respetaban y se admiraban mutuamente. Llegaron a pensar en crear una agencia de forma conjunta, pero el proyecto no cuajó. Se dice que, si Carmen no hubiera muerto, Wiley habría acabado comprando la agencia. Tuvieron tratos importantes. Camilo José Cela llegó a la agencia con mucho prestigio, a diferencia de García Márquez y Vargas Llosa, que crecieron internacionalmente con Balcells.
¿Cómo influyó ella en la concesión del Nobel, a los diez años de su llegada a la agencia?
— Ella podía influir muchísimo porque conocía cómo eran los mecanismos del Nobel. Un Premio Nobel nunca se improvisa. Conocía a gente que le podía avanzar si un candidato tendría posibilidades o no.
¿Llegó a intervenir en algún momento entre Marina Castaño y Rosario Conde?
— Siempre decía que lo que hacían sus clientes estaba bien. Se reservaba su opinión. Tuvo una excelente relación con Marina Castaño, que me ha ayudado mucho en muchos datos del libro. Marina Castaño fue importante para que Balcells llegara a la Moncloa, para que los autores no tuvieran que pagar de una vez por un anticipo y lo pudieran hacer en diversos ejercicios.
Balcells debía ser una gran gestora de egos, al representar a escritores tan importantes.
— Tenía una maravillosa intuición, mucha mano izquierda y te hacía sentir única cuando estabas con ella. En ese sentido, era perfecta. Si le caías bien, podía llegar a hacer cualquier cosa por ti. Su inteligencia intuitiva y emocional era enorme.
¿Cuál es el futuro de la agencia Balcells?
— La agencia sigue con el hijo de Carmen (Lluís Miquel Palomares) al frente. Siguen los mismos que estaban cuando ella vivía. En mi caso, mi interlocución con la agencia es a través de Carina Pons, que lo hace muy bien.
Este libro supone un homenaje, pero es también una forma de consolidar el mito de la supergente Balcells.
— Evidentemente, los mitos necesitan literatura. Es un libro a favor del mito y la leyenda de Carmen Balcells.