El Centro Botín muestra el universo creativo de Joan Miró en una gran exposición que recorre toda su trayectoria artística como escultor, desde su acercamiento a las vanguardias, del que apenas se conservan piezas, a las obras monumentales que concibió a partir de los años setenta.
La exposición, que se inaugura este martes, 20 de marzo y se podrá visitar hasta el 2 de septiembre, reúne 96 esculturas, fechadas entre 1928 y 1982, que se exhiben junto a 47 objetos originales que las inspiraron.
Además el visitante encontrará 32 fotografías y 26 dibujos que ahondan en el proceso creativo de este artista universal.
«Joan Miró: Esculturas 1928-1982» es una exposición especialmente diseñada para las salas del Centro Botín e incluye piezas inéditas y difíciles de reunir, han explicado hoy sus comisarios, María José Salazar, experta en la obra de Miró, y Joan Punyent Miró, nieto del artista y cabeza visible de la Sucessió Miró.
Según Salazar, en los cinco espacios que conforman la exposición está «el discurso escultórico de Miró completo», que arranca con su primera obra, la «Bailarina española», de 1928, para finalizar con las piezas que creó cuando ya tenía 90 años, como «Femme et oiseau» (Mujer y pájaro) o «Personnage» (Personaje).
Poesía y libertad son, a su juicio, las señas de identidad del Miró escultor, que supo ver lo que había oculto en los objetos que encontraba, en sus paseos por la playa o en su propia casa, y transformarlos en obras de arte.
Durante el largo proceso de investigación que hay detrás de esta muestra a Salazar le ha sorprendido la modernidad y la apertura de espíritu de Miró. «Estamos ante un artista del siglo XXI», sentencia.
Una pinza de tender ropa, una castaña y un pistacho son los elementos con los compuso una de las obras centrales de la exposición, titulada también «Personaje», una pieza en la, para Salazar, está muy bien representado el Miró escultor, el de los objetos encontrados, el gran formato y el color.
Según Joan Punyent Miró, su abuelo nunca paraba de crear y dio «hasta su último residuo de energía» con el fin de hacer un lenguaje universal, como «una nave que se adentra en la psique humana para bucear en el mundo de los sueños y sacar un tesoro» que transformó en arte.
Era un artista, ha apuntado, que se «nutría de la naturaleza». Todos los días salía a pasear por la playa o por el campo y su escultura era «totalmente intuitiva». Podía nacer de un encuentro fortuito con cualquier objeto, hasta un hueso de pollo en el arroz, una servilleta o la caja de una ensaimada.
Miró siempre fue considerado un pintor y su mundo escultórico no fue entendido, ha recordado su nieto, quien ha señalado que sólo a partir de los setenta se dedicó alguna muestra a esa faceta del artista.
Las piezas que reúne la exposición del Centro Botín provienen en su mayoría de la colección privada de la familia de Miró, la Fundació Miró de Barcelona y la Fundació Pilar i Joan Miró de Mallorca.
Junto a ellas se exhiben obras cedidas por distintas instituciones internacionales, entre las que se encuentran el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Reina Sofía de Madrid y fundaciones de Estados Unidos y Francia, además de la Fundación La Caixa, que colabora en su organización, y el Gobierno de Canarias.
En la exposición están también representadas todas las fundiciones a las que Miró acudió para crear sus esculturas y que elegía cuidadosamente en función del acabado que quería que tuviese cada pieza, ha apuntado María José Salazar.