«La música tiene un problema, que es incorpórea, impalpable y no se valora, se trivializa. Es como un poema, que se recita y muere, la música se escucha y muere: pero Miró dijo algo que me impresionó: ‘Quiero que mis cuadros sean poemas musicados por un pintor'. Esta es una frase que lo define todo». Son palabras de Joan Punyet Miró, nieto del genio, en referencia a la razón de ser del que es su último libro, Miró & Music (editorial Alrevés, 2017), una edición en inglés en la que su autor traza una investigación sobre la relación de la obra y la vida del artista con la música. Se presentó ayer con un cóctel y una fiesta en la Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, dentro de los actos del 25 aniversario de la institución.
Miró & Music se comenzó a gestar hace más de 20 años, «cuando descubrí la gran discografía que mi abuelo tenía en casa, doscientos discos; pensé que era algo importante, investigué y me percaté de que había todo un mundo totalmente abandonado que no se había estudiado en profundidad», recuerda Punyet Miró. Así, «viajé por bibliotecas internacionales y encontré muchísima información y cartas de mi abuelo a músicos y compositores». Sobre todo, Miró tenía relación con «con músicos de clásica, de contemporánea, la radical y revolucionaria, la música cercana a la investigación del sonido, y también, evidentemente, a la gente que luchó por la música en catalán», como Raimon y Maria del Mar Bonet, para quienes ilustró dos y una portadas, respectivamente. La otra ‘bombilla' la encendió el compositor y director de orquesta Diego Masson, «que, por casualidad», es hijo del amigo de Miró y pintor surrealista francés André Masson. «Diego me dijo que ‘ya era hora de que despertases, no te das cuenta de que todo en Miró es música, lo que tu ignorancia te ciega, porque tú no sabes leer música, pero yo sí, y cuando observo un ‘miró' leo y escucho música'; ahí entendí lo que dijo mi abuelo», relata. «Todo en Miró es música revolucionaria», agrega.
Y aunque el genio catalán ilustró CD's o carteles de festivales internacionales, la música fue también una fuente de inspiración «inagotable». «Cuando mi abuelo tenía 82 años, y yo ocho, recuerdo que la música fluía de su despacho. Escuchaba música en absoluto silencio sentando en su sillón, era una ceremonia de inspiración. Después, antes de irse a dormir leía y un poema y era durante el sueño cuando ocurría la magia; después, a las nueve de la mañana se levantaba, iba al estudio y la magia se hacia realidad», concluye.