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Billete de ida y vuelta incierta

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Me llamo Toni, soy un niño de quince años, no me gusta estudiar y hoy voy a salir de fiesta por primera vez. Con lo colegas, hemos comprado para hacer botellón: está de moda, sirve para ligar y hacer amigos, sale en los anuncios… no lo entiendo, pero bueno, a lo mejor es divertido. Me apetece probar, todo el mundo que lo hace, lo pasa bien.

Tengo un plan: si mi padre y su novia me dejan este fin de semana que viene, iré a una fiesta privada de un chico del instituto. Estará allí la chica que me gusta, se llama Eva, es mayor que yo pero mis amigos dicen, que si bebo, me quitaré el miedo y la vergüenza.

Efectivamente te hace quitar la vergüenza. Eso me pasó esa noche, empecé a beber hasta que…no lo recuerdo, solo sé que hablé con todo el mundo.

Esa chica cuyo nombre no recuerdo, a día de hoy, pasa de mí y después de tres años no me saluda. Ahora tengo dieciocho años y soy mayor de edad. Esto que parecía ser lo mejor y más deseado cuando eras menor, en aquella época pensaba “anda, mira, podré hacer lo que quiera” sin necesidad de dar explicaciones. Sí, bueno, ahora hago las cosas que hacía antes, pero de manera legal. No tengo que mentir: si salgo, nadie me lo puede prohibir y a los consejos de los mayores, no hago ni caso. Me gustó beber y actualmente bebo. Como tengo dieciocho años, puedo comprarlo yo, así que aún mejor, más ventajas de ser mayor de edad. Yo no trabajo, porque vivo con mis padres y me pueden mantener, aunque están siempre con el rollo de que haga algo, que estudie o que trabaje. Pero, yo paso. Además, me cuesta levantarme pronto, como a todo el mundo. También he hecho nuevos amigos, nos juntamos en una casa abandonada y hacemos nuestras cosas. Nos lo pasamos genial, daría la vida por ellos, somos como hermanos.

Mi padre y su novia ayer me echaron de casa. No aguanto a esta tía, le tiene la cabeza comida a mi padre, ahora están con el rollo de llevarme a un psicólogo o que haga un programa de rehabilitación. Se creen que estoy loco pero mejor para mí. Igual estábamos todo el día discutiendo por estas movidas: que si llego tarde a casa, estoy dos días desaparecido… Seguro que algún día se arrepienten de haberme echado de casa, como si ellos nunca hubieran sido jóvenes. Mis amigos, si así los puedo nombrar, ahora me llaman Gin Toni. Ya no les hago caso, dicen que no soy como ellos. Tienen razón: soy diferente. En realidad, me tienen envidia, ya que seguro que les gustaría ser como yo; supongo que también deben estar celosos de que pase más horas con mis amigos del bar que con ellos. Me encanta estar en el bar, oigo las conversaciones de los demás y conozco a mucha gente nueva y no pienso en mis problemas mientras observo. A mí no me gusta hablar, a no ser que me haya tomado ya un par de tragos, igual la gente no hace más que decir tonterías. Con esto de que no puedo estar con mis padres, estoy teniendo problemas en el bar: a veces no puedo pagar las cervezas y whiskys que me tomo, es lo malo de ser independiente. Ahora, lo que hago, es ir a bares diferentes donde no me conocen, a veces me voy corriendo sin pagar, pruebo en uno y en otro. En fin, de todas maneras, estos empresarios están forrados, no se van a arruinar por eso. Ahora me he comprado un coche de segunda mano, no me acuerdo cuanto me costó, pero poca cosa. Me viene bien porque bebo dentro de él y después me voy de marcha. Además, soy más independiente, no tengo que estar pidiendo a nadie que me lleve, voy a donde quiero cuando quiero y, si no quiero caminar, arranco y me voy. Además, la gente por la calle me mira mal: esos padres con sus hijos y la gente en general huyen de mí. El otro día, les pedí unas monedas a un matrimonio y parecía que les pedía la vida. No importa, pero tampoco lo entiendo, ¿qué hay de malo en un hombre de 35 años que pasa el día en el parque acompañado de su vino barato? No molesto a nadie. Soy un buen chico. Vivo en una sociedad podrida, ese es el problema.

El jueves pasado, vino la policía y me llevaron a comisaría. Unas personas se habían quejado de que molestaba durmiendo en los bancos de la calle, que daba mala imagen a sus hijos pequeños y que parecía un ambientador con olor a alcohol. En pocas palabras: parecía un trapo sucio. Yo estoy muy bien y tranquilo, no quiero que me molesten, mi vida es así, es lo que me ha tocado vivir, seguro que ellos en mi situación no sabrían que hacer de sus vidas. Yo, al menos, me lo paso de diez. Fíjate que en la comisaría me lo pasé en grande, los policías me hicieron un montón de caso. Además, ahora estoy mejor, bebo menos ya que no me sobra el dinero. Igual estoy un día entero sin beber, aunque esas noche me cuesta más dormir: pienso en mis padres y me pasan cosas malas por la cabeza… es como si me vinieran ganas de llorar y no lo entiendo, me duele el pecho, seguro que es de dormir en el banco torcido. Estoy mejor cuando bebo, no me duele nada y de eso se trata, de sentirse bien, que la vida son dos días.

Ahora tengo una novia, se llama Kari, compartimos muchas cosas, se gana la vida cantando en las plazas, la sigo a todos lados y le hago muchos regalos. Ella no bebe alcohol y quiere que yo haga lo mismo, pero estoy más a gusto con ella si me he tomado unas copas, sobre todo si estamos con sus amigas. Me gustaría casarme con ella y tener hijos, formar una familia, esa que yo nunca tuve.

Hoy Kari me ha dejado, seguro que se ha ido con otro, dice que soy un caso perdido y que nunca le hago caso, que por mi bien pida ayuda a mi familia para rehacer mi vida, pero que ella no me quiere ver más.

Me despierto en el hospital, no recuerdo nada. Alrededor está mi familia, Kari y mis amigos.

En la vida hay obstáculos y enigmas llenos de problemas, que merecen la pena resolver. Algunos deciden afrontarlos con valentía lustrando sus emociones, dejando relucir la verdad de nuestra existencia, de aquellos sentimientos puros incrustados en las profundidades del dolor y del propio miedo; del verdadero yo; de las historias de nuestras vidas que nos convierten en seres humanos y nos hacen sentir vivos, que nos ayudan a crecer como personas; que nos dan herramientas y nos convierten en individuos maduros e independientes. Otros intentan huir con el alcohol como aliado de viaje, como analgésico irresponsable para el dolor, como medicina de nuestras preocupaciones, como terapia para las heridas, como fuente de evasión, que te aleja del dolor y del miedo, de la rabia y de esos sentimientos negativos, esa droga legal con billete de ida y vuelta incierta.

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Los premiados son:

  1. Una vez me enamoré
    Juliana Karen Correia de Medeiros, 15 años
  2. Billete de ida y vuelta incierta
    Scarfo Camila Belen, 16 años
  3. Del sueño a la realidad
    Maria Moyá Ramón, 15 años
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