CARLES DOMÈNEC |BARCELONA
La agente literaria Antonia Kerrigan tiene una prestigiosa cartera de escritores: Carlos Ruiz Zafón, Jorge Volpi, Sergio Ramírez, Juan Luís Cebrián o Luís Goytisolo. Prepara desde su agencia en Barcelona el próximo gran éxito de ventas internacional, «La cena secreta», de Javier Sierra, con un avance de medio millón de dólares por una editorial americana. Su vinculación con el mundo de los libros se produjo en Mallorca, en su infancia, a través de su padre, el traductor y escritor Anthony Kerrigan.
-Un escritor sin agente, ¿puede hacerse
camino?
-A algunos les va muy bien con los servicios que les da la propia
editorial, aunque con un agente pueden llegar más lejos, porque
éste se mueve en las ferias internacionales.
-¿Esto ha cambiado la relación del autor con el
editor?
-El editor agradece el trabajo del agente porque hace de filtro.
Cuando te llega un autor desconocido, tratas de encontrar un editor
en España. Si el libro tiene éxito, entonces intentas venderlo en
todo el mundo. El agente busca al editor que hará la traducción,
establece las condiciones del contrato y fija un avance.
-Usted introdujo a toda una serie de escritores
mexicanos.
-En 1994, fui a la Feria de Guadalajara en México y vi que había
muchos autores interesantes. Tres años más tarde, Jorge Volpi vino
a la agencia. Él formaba parte del grupo mexicano llamado El Crack,
con cuyos miembros he trabajado.
-Y después llegó el boom de «La sombra del
viento».
-En el año 2001, Ruiz Zafón me dijo que tenía una novela y que
necesitaba un agente. Leí «La Sombra del viento» y me gustó mucho.
El resto de la historia la conoce todo el mundo.
-¿El próximo gran éxito será Javier
Sierra?
-Sí. Lo he vendido en Estados Unidos por un avance muy importante,
medio millón de dólares. Será la promoción de un autor español en
Estados Unidos más importante que nunca se haya realizado.
-¿El mundo editorial es tan feroz como
parece?
-Todos los que formamos parte de él somos unos ludópatas que lo
apostamos todo. Cuando un autor vende, vamos a por él. Hay que
felicitar a los editores que se arriesgan e invierten en autores
desconocidos.
-En el mundo anglosajón, el agente tiene más
peso.
-Allí los editores no quieren recibir autores sin pasar por un
agente. Así evitan perder el tiempo. En cambio, en Francia casi no
hay agentes y en Alemania, pocos.
-Los escritores antes tenían contratos
vitalicios...
-Carmen Balcells tiene el mérito de haber conseguido cambiar eso.
Por primera vez, se protege al autor. Las condiciones antes eran
muy malas.
-¿Escribir en un idioma minoritario, como el catalán,
evita que se pueda dar a conocer al mundo?
-Si un libro es muy bueno, tendrá éxito en todas partes. Da igual
el idioma en el que esté escrito. A veces se intentan vender cosas
sin calidad, con la excusa de que son de un idioma hablado por
menos gente.
-¿Cuáles son sus ruegos como agente
literaria?
-Pido que los editores sean comprensivos con los autores y con los
agentes que protegen sus derechos. También que los editores crean
en lo que publican y promocionen bien los libros.
-Su padre se instaló en Mallorca en la década de los
50.
-Sí, en 1954. Mi padre tradujo las obras completas de Unamuno y
Neruda al inglés, así como las de Borges. Se relacionó con
escritores como Robert Graves o Cela. Compramos en Palma una casa,
donde vive mi madre. Dos de mis hermanos también viven en Palma. Yo
viví en Mallorca desde el año 55 hasta principios de la década de
los 60. Después estudié en Irlanda, pero regresaba a la isla todos
los veranos. Recuerdo las fiestas de cumpleaños de Robert Graves,
eran fantásticas. En una conocí a Ava Gardner.
-Fue una época de importantísimos escritores en la
Isla.
-Era la época del Premio Formentor. Llegaron a la isla gente como
Henry Miller, Calvino, Jaime Salinas o Jaime Gil de Biedma, que
básicamente traía Carles Barral.
-Esa influencia ha marcado su dedicación
profesional.
-Mi mundo estuvo siempre rodeado de libros. Al terminar la escuela,
quise olvidarlo. Estudié Medicina durante cuatro años, hasta que me
di cuenta que lo mío eran los libros. Después traduje y empecé a
dedicarme a esto.
-Mallorca ha recurrido a los autores extranjeros para
entenderse intelectualmente.
-Gertrude Stein vivió en la casa donde ahora está mi familia.
Tenemos a Rubén Darío, George Sand... La lista es infinita. La
época en la que llegó mi padre a Mallorca era difícil y los
extranjeros que llegaban tenían ideas más progresistas. La gente
los admiraba o maldecía. Hay una carta en mi casa donde Cela pide a
los aduaneros que dejen pasar los libros en inglés que recibía mi
padre, que no estuvieran sujetos a la ley de censura.