La Comunidad de Madrid, más allá de su agitada vida urbana, alberga un patrimonio natural extraordinario representado por sus árboles singulares, que siguen creciendo y así aumentando el patrimonio natural y cultural de la región.
Estos ejemplares, repartidos por diversos municipios, son verdaderos monumentos vivos que destacan no solo por su edad y tamaño, sino también por su valor cultural, histórico y ecológico, como testigos silenciosos de la historia y biodiversidad madrileña.
Hay variedad de árboles singulares repartidos por numerosos municipios. En Rascafría, los Tejos Milenarios del Arroyo del Valhondillo y de la Roca son auténticos monumentos vivos, con más de 1500 años de antigüedad, destacando por su robusto tronco y su capacidad para resistir el paso del tiempo. El Tejo del Arroyo del Valhondillo alcanza una altura de 8 metros y un perímetro de tronco de 9,1 metros, mientras que el Tejo de la Roca mide 9 metros de altura y tiene un perímetro de 5,4 metros.
En El Escorial, la Casita del Príncipe Don Carlos alberga varios ejemplares de gran belleza, como los Abetos del Cáucaso y el Pinsapo, que alcanzan alturas de hasta 32 metros y tienen más de 120 años. Además, las Secuoyas Gigantes de este mismo lugar, con alturas que superan los 40 metros, son un testimonio impresionante de la biodiversidad y la adaptabilidad de las especies introducidas en España.
Zarzalejo es hogar de dos magníficos castaños: el Castaño del Cotanillo y el Castaño de la Fuente del Rey, ambos de 23 metros de altura y 320 años de antigüedad. Estos árboles son verdaderos gigantes que dominan el paisaje local.
En Somosierra, un majestuoso Abedul de 25 metros y 200 años añade un toque de serenidad al entorno, mientras que el Mostajo de Somosierra destaca por su elegancia y su historia de 150 años.
Los Cedros del Himalaya de Prado Redondo en Villaviciosa de Odón, con 30 metros de altura y un diámetro de copa de 17 metros, representan la exótica belleza de las especies introducidas. En Lozoya, el Ciprés de Lawson y los Abetos Rojos de la Cebedilla son testigos del clima riguroso de la Sierra Norte, donde estos árboles han prosperado durante casi un siglo.
El Pino de Lord Weymouth en Lozoya y los Pinos Albar en Navacerrada y Montejo de la Sierra muestran la resistencia de estas especies en entornos montañosos, con alturas que superan los 24 metros y edades de hasta 190 años.
En Ambite, una encina de 500 años y 20 metros de altura se erige como un símbolo de la longevidad y la fortaleza, mientras que el Rebollo de la Mata del Pañuelo en Rascafría es un magnífico ejemplo de la flora autóctona con sus 15 metros de altura y 345 años de historia.
Fresno del frontón, en el berrueco
Otro de los ejemplos más representativos de árboles singulares en la Comunidad de Madrid es el Fresno del Frontón en El Berrueco, moldeado por el desmoche, una técnica ancestral para obtener forraje y leña. Este fresno se ha convertido en un punto de encuentro para la comunidad local, donde se comparten charlas y leyendas.
En Pinilla del Valle, el majestuoso Chopo del Ayuntamiento destaca con sus más de 22 metros de altura, siendo visible desde diversos puntos del Valle del Lozoya. Este chopo forma parte de un paisaje ribereño que ha dado nombre a la región, vinculado etimológicamente al término «Paular», que alude a la abundancia de chopos en la zona.
El Candelabro de los Jardines de Santa Lucía en Torrelaguna, un cedro cuyo crecimiento bifurcado fue causado por un rayo hace más de 40 años, es otro ejemplo fascinante. Este árbol se encuentra en un entorno que combina naturaleza e ingeniería histórica, con un jardín que enlaza instalaciones modernas con un embalse y un museo de la antigua estación hidroeléctrica.
En Canencia de la Sierra, el Alerce del Vivero de Mojonavalle se destaca con sus 21 metros de altura y su adaptación a un entorno especial de temperatura y humedad. Este alerce centenario forma parte de un bosque relicto, donde coexisten abedules, tejos y acebos, creando un ecosistema singular en la Umbría de Canencia.
El Cerezo de Mala Colá en la madrileña localidad de Puebla de la Sierra es un testigo vivo de la historia agrícola de la región, plantado hace más de 120 años y aún productivo. Este cerezo es parte de un patrimonio agrogenético que se conserva en la Sierra Norte, una región conocida por sus cerezos tradicionales.
En Lozoya del Valle, el Nogal de Lozoya es uno de los muchos nogales que sobreviven como testigos del pasado, plantados en linares y prados, aprovechados históricamente para la producción de nueces y madera. Aunque muchos nogales desaparecieron con el abandono del campo, este ejemplar continúa prosperando, simbolizando la resistencia y la adaptabilidad de la naturaleza en un entorno cambiante.
Finalmente, en Las Rozas de Puerto Real, el Castaño de Canto Ganguerrero y el Fresno del Colegio San Dámaso son árboles que, con más de 150 años, continúan embelleciendo el paisaje local. En Olmeda de las Fuentes, un Nogal de 150 años y 25 metros de diámetro de copa sigue siendo un pilar en la comunidad rural.
Más de un centenar de árboles singulares clonados
El Catálogo de Árboles Singulares de la Comunidad fue creado en 1992 para registrar ejemplares de características extraordinarias que, por su rareza, porte, edad, tamaño, significado histórico, valor científico o cultural, constituyen un rico patrimonio natural, que requiere la protección del Gobierno regional.
Actualmente incluye 283 árboles de 90 especies, distribuidos por toda la región. Las localidades donde más se conservan son Madrid (60), Aranjuez (30) y San Lorenzo de El Escorial (21).
El IMIDRA protege el material vegetal recogido de los árboles singulares y de otros ejemplares de interés en el Banco de Germoplasma de Flora Silvestre, que se ubica en la Isla Forestal de Madrid (Biformad), en Arganda del Rey.
Con las muestras se pueden producir plantones que se emplean en diversos proyectos de conservación o restauración, en colaboración con los ayuntamientos y propietarios del original. Los equipos de investigación trabajan en la reproducción arbórea, tanto mediante la germinación de semillas como mediante la clonación. Esto permite duplicados exactos de las combinaciones genéticas de especial interés por su belleza, gran crecimiento, resistencia o adaptación al clima.
Para las especies que tienen mayor dificultad de reproducirse vegetativamente se están ensayando otros métodos en laboratorio, a través de técnicas de cultivo in vitro o del injerto de yemas en patrones de la misma especie.
De esta forma, el IMIDRA ha clonado 114 árboles singulares, logrando 15.000 réplicas para su replantación. Entre ellos figuran ejemplares que sufrieron algún daño en Filomena.