Son las cuatro y media de la madrugada, puntualmente comienza la subasta del pescado que pocas horas antes ha entrado en la lonja palmesana proveniente de las capturas del día de la flota pesquera mallorquina.
El ambiente es distendido en las gradas a ambos lados de la cinta por la que van pasando de manera rápida las cajas de pescado y marisco. Cada uno de ellos muy atentos con su pulsador para la compra. Son centenares de lotes los que van a pasar y adjudicarse en un intervalo de escasas dos horas.
Es una subasta a la inversa, un precio de salida que va bajando hasta que el interesado pulsa y se hace con el lote. En esta madrugada hay mucha langosta, gamba y cap roig.
Estoy junto a Pep Mayol, uno de los veteranos en estas lides, concentrado en lo que va surgiendo, hoy está especialmente interesado en el cap roig y la gamba, lo que le demanda su clientela.
Pep Mayol lleva toda su vida ligado a la mar. Sus bisabuelos eran pescadores. Recorrían a pie, la montaña entre Sóller y el puerto natural. Iban y venían con el pescado en un cesto sobre la cabeza. Su abuelo compraba pescado azul en Palma para traerlo a Sóller en el vagón de mercancías del tren y venderlo en las pescaderías locales.
Peixos Mayol nace a finales de los años ochenta del siglo pasado cuando Pep Mayol deja la barca de pesca y comienza a comerciar, primero en una pequeña pescadería en el Puerto de Sóller. El arranque es difícil ya que sus paisanos estaban muy acostumbrados a comprar el pescado directamente en la barca. Su visión comercial le lleva a recorrer los restaurantes de la zona ofreciendo su producto.
Han pasado más de 30 años y dispone de una red de distribución por toda la isla, con la central en el Puerto de Sóller y nave logística en Palma, con veinte empleados y una flota de vehículos climatizados con los que da servicio diario a su clientela. Además de la compra diaria en la lonja palmesana, compra pescado y marisco en varias lonjas peninsulares, en Portugal, Francia y la costa magrebí.
Distribuye en exclusiva el apreciado mejillón de Maó, de la batea de los hermanos Cabrera.
Me cuenta Pep que en la última década la demanda de pescado ha aumentado de forma exponencial. Y el colofón: si quieres vender buen pescado, tienes que correr mucho.