En la remota isla de Saint Matthew, en el helado mar de Bering, un experimento involuntario reveló las consecuencias del crecimiento descontrolado. La historia transcurrió así: casi al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos estableció en la isla una estación de radio, con un grupo de diecinueve soldados y un rebaño de 29 renos por si eran necesarios como alimento. Acabada la guerra, los militares volvieron a casa, pero la cabaña de renos se quedó en la isla, sin depredadores y con abundante liquen como pasto. En pocos años, la población de renos creció de forma exponencial, hasta alcanzar los 6.000 ejemplares. Los investigadores, que visitaban la isla cada cierto tiempo, contemplaban asombrados como se multiplicaban. Sin embargo, en la década de los 60, la población de renos se desplomó a solo 47 ejemplares. ¿Qué ocurrió? El crecimiento desmesurado agotó los recursos naturales y transformó un territorio fértil en un páramo inhóspito.
Este relato de esplendor y miseria nos ofrece un espejo en el que se reflejan los errores del crecimiento poblacional descontrolado y sus consecuencias directas en un territorio de recursos limitados. La historia de San Matthew no deja de ser una parábola sobre la ausencia de límites y la sobreexplotación que conduce a un desequilibrio fulminante.
Vayamos a los datos. Desde 1960, Balears ha experimentado un crecimiento demográfico que requiere un análisis profundo. Nuestro motor económico, el turismo, necesita numerosa mano de obra, en muchos casos foránea, especialmente en la hostelería y la restauración. La llegada de turistas crece año tras año y, así, en 2024 marcamos un nuevo récord con 18,7 millones de visitantes, un incremento del 4,9% respecto a 2023. Nuestro atractivo estilo de vida, el teletrabajo, la seguridad y la bonanza del clima son factores que invitan a vivir en Balears.
Todo ello, ha provocado que la población de las Islas haya crecido en 400.000 nuevos habitantes en los últimos veinticinco años, el equivalente a la actual población de Palma. Este auge demográfico ha exacerbado la crisis de vivienda, el principal problema al que se enfrentan los ciudadanos de las Islas. La llegada de residentes extranjeros ha tensionado el mercado inmobiliario, elevando los precios a niveles prohibitivos. La falta de suelo urbanizable, la especulación y el auge de los alquileres turísticos también contribuyen a empeorar esta situación.
Ante la gravedad del momento, el Govern Balear ha impulsado un Decreto Ley sobre Vivienda, todavía pendiente de aprobación parlamentaria, para intentar corregir la situación. También en esta legislatura de manera muy ambiciosa se ha proyectado la Mesa del Pacto Político y Social para la Sostenibilidad Económica, Social y Ambiental de les Illes Balears. A proyecto, liderado por el Dr. Antoni Riera, se han presentado la Bases de la agenda de Transición de Balears, que proponen 247 factores de transformación, 59 objetivos estratégicos y 65 objetivos para el desarrollo. Una hoja de ruta elaborada por más de un centenar de entidades.
Un intento de promover el dialogo y la búsqueda de soluciones, un proyecto ambicioso para aglutinar al mayor número de opiniones y propuestas. La presidenta Prohens anunció que «pasamos a la acción y vamos a orientar el sistema turístico hacia la sostenibilidad; reducir la presión ambiental y preservar los recursos naturales; mejorar el bienestar y calidad de vida de la población; desplegar la gobernanza y la participación ciudadana y avanzar en la adaptación de Balears a los retos globales». Buenas intenciones que deben confirmarse en acciones y medidas concretas.
¡Ojalá estas buenas intenciones puedan hacerse realidad! Es el momento de que pongamos las bases para construir un futuro próspero y sostenible que permita tener un presente digno a nuestros conciudadanos y un futuro esperanzador para las generaciones venideras. Si no es así, corremos el riesgo de convertirnos en algo parecido a los renos de aquella isla remota del mar de Bering.