La corriente que lo cambió todo

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En los mapas antiguos, el mar separaba. Era abismo y frontera. Era el final de la tierra, lo desconocido, la oscuridad de la cual cabía esperar todo tipo de amenazas. El misterio. Las corrientes. En los nuevos mapas, los que no se dibujan en papel sino en forma de redes, conocimiento, flujos y datos, el mar no solo une orillas: también conecta oportunidades, territorios, ideas, personas. Y energía. Esa es la historia que Red Eléctrica ha escrito en las Illes Balears a lo largo de las últimas dos décadas. Una historia que, ahora, al cumplir los 40 años desde nuestra fundación, representa con fuerza lo que hemos contribuido a transformar nuestro país.

En 1985, mientras España iniciaba su integración en la Comunidad Económica Europea, Red Eléctrica nacía como actor clave y neutral que garantizaría un suministro eléctrico fiable, seguro y accesible para toda la ciudadanía. Su naturaleza desde su neutralidad y con un funcionamiento regulado y transparente, le ha permitido acometer una transformación radical del sistema eléctrico, convirtiéndose en un ejemplo para el resto de los países de la Unión Europea: hoy, 22 de los 27 Estados ya han replicado nuestro modelo de TSO (Transmission System Operator).

Sin embargo, el despliegue de este modelo revolucionario y de éxito no se produjo de la noche a la mañana ni de manera uniforme en todo nuestro territorio y, hasta los primeros años del siglo XXI, las Balears siguieron siendo verdaderas islas energéticas: tenían sistemas eléctricos fragmentados, sin conexión entre sí ni con la Península. Dependientes casi en exclusiva de centrales térmicas alimentadas por carbón, fuel o gasóleo, la descarbonización era una utopía ya que, en algunas islas, el fuel representaba nada menos que el 94% de la energía utilizada.

Esa y no otra era la situación de la que partíamos. Hoy estamos aún lejos de conformarnos con lo obtenido, pero, tras una intensa labor técnica y humana, las Balears forman parte de un único sistema, robusto, mallado y eficiente, en el que casi el 26% del suministro eléctrico procede de fuentes renovables, un máximo histórico. De este modo, ya evitamos la emisión de 500.000 toneladas de CO2 al año, con un ahorro de 100 millones de euros para el sistema. Las interconexiones eléctricas submarinas han sido las arterias invisibles que lo han hecho posible.

El objetivo de equiparar la calidad y garantías del sistema eléctrico insular al peninsular ha sido un desafío para Red Eléctrica, pero también una oportunidad para impulsar la innovación. Por poner un ejemplo, el primero de los enlaces para conectar las islas a la red peninsular a través de enlaces submarinos fue un hito de la ingeniería a nivel internacional por su complejidad técnica: una infraestructura de alta tensión de 273 kilómetros, por el lecho marino a una profundidad máxima de casi 1.500 metros, la segunda más profunda del mundo y la primera interconexión de transporte en corriente continua de España.

En 2016, Eivissa se conectó a Mallorca mediante un doble enlace de 132 kv que, con 126 kilómetros de longitud y una profundidad de 800 metros, fue en ese momento el más largo y profundo del mundo en corriente alterna. La puesta en servicio de esta interconexión supuso, además, un importantísimo hito: la integración en un único sistema eléctrico del conjunto del archipiélago, hasta entonces dividido en dos (Mallorca-Menorca y Eivissa-Formentera). Todas las islas quedaron conectadas entre sí y con la Península.

Prueba de fuego

En 2020, Mallorca y Menorca recuperaron su conexión con un nuevo enlace después de que el antiguo (de más de 40 años) quedara inoperativo al ser seccionado por una embarcación de grandes dimensiones en Cala en Bosch. Fue una prueba de fuego poner en servicio una nueva interconexión en sólo 18 meses y en plena pandemia.

Ya más recientemente, desde junio de 2023, está operativo el hasta ahora último enlace construido en las Illes Balears: la interconexión entre Eivissa y Formentera, que nos está permitiendo cubrir en todo momento y en condiciones de seguridad la totalidad de la demanda de la Pitiüsa menor, sin recurrir a la central térmica local.

Estos enlaces han contribuido de manera definitiva a que las Illes Balears den un salto de gigante en la garantía del suministro y, a su vez, en la transición energética. Son logros técnicos, sí, pero también sociales, porque garantizan un suministro más seguro, más limpio y más económico para todos los hogares y negocios de las islas.

Como decía más arriba, no nos detenemos ahí. El futuro inmediato pasa por duplicar esta capacidad de conexión gracias a un segundo enlace con la Península, con una previsión de cobertura del 65% de la demanda eléctrica del archipiélago. El mapa de las infraestructuras que elevarán la seguridad y avance en renovables del sistema lo completarán los compensadores síncronos, un segundo enlace entre Mallorca y Menorca, y las baterías de Eivissa y Menorca. Ubicadas en Es Mercadal y en Sant Antoni, las baterías serán elementos plenamente integrados en la red de transporte y permitirán maximizar el uso de los enlaces existentes. Serán un nuevo hito en la historia de las Illes Balears: el mayor sistema SATA (Storage as Transmission Asset) del sur de la Unión Europea y el primero de los que se van a construir en España.

Y no, no son solo infraestructuras: son garantías. Garantías de estabilidad, de energía renovable limpia y barata, de sostenibilidad real y de competitividad. Hoy gran parte de nuestro éxito colectivo como país pasa por esta visión tan nuestra, tan compartida, de la autonomía energética como un factor estratégico decisivo de nuestra seguridad.

Pero si algo hemos aprendido en estos años es que no basta con conectar cables: hay que conectar también con el territorio y con las personas. Por eso trabajamos desde la escucha y el compromiso. Impulsamos proyectos sociales, de educación, de innovación. Colaboramos en la recuperación de la posidonia oceánica en Pollença y ahora en otras partes del Mediterráneo. Queremos ser parte activa del futuro de estas islas, sin olvidar jamás su esencia, su belleza y su rica biodiversidad, fieles a un principio: dejar nuestro entorno mejor de lo que lo encontramos, un legado a las generaciones futuras, que lo deben perpetuar con su propio esfuerzo partiendo del resultado del nuestro.

Porque conectar, al fin y al cabo, es entender, es avanzar sin arrollar, es crecer cuidando de lo más importante, que suele ser también lo más frágil y delicado. Conectar es saber que la energía puede ser renovable y limpia, y recorrer cientos de kilómetros bajo el mar sin dañarlo, sin dejar huella ni en la superficie ni en el fondo.

Si miramos atrás, vemos un país que ha cambiado: hemos pasado de tener velas en todas las casas por si se iba la luz, a usarlas casi únicamente para celebrar los cumpleaños, como este cuadragésimo aniversario de la creación de Red Eléctrica. Pero si miramos al mar, vemos algo más: una promesa cumplida. Donde antes el horizonte era solo incertidumbre y frontera, hoy hay también un hilo invisible que lo cruza. No sólo lleva electricidad, sino el impulso de una corriente cargada de confianza, futuro y vida.

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