Cuando creíamos que lo peor ya había pasado

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Para poder solucionar los problemas es imprescindible, en primer lugar, aceptar que los problemas existen. En los últimos años de la anterior legislatura parecía que la sociedad en general y sus representantes en las instituciones, tanto en la mayoría como en la parte más lúcida de la oposición, empezaban a coincidir en un diagnóstico que los sectores más preocupados de la ciudadanía venían avanzando desde hacía un par de décadas: las islas no aguantan más. No sólo han llegado a sus límites ambientales y de calidad de vida, sino que los han traspasado ampliamente. Científicos, economistas, políticos de diversas tendencias y hasta los líderes hoteleros manifestaban que el impacto del incremento de visitantes y residentes, junto al de las personas llegadas de todo el mundo para servir las necesidades de unos y de otros, estaba alcanzando niveles difíciles de asumir. La necesidad de consumo de territorio para la construcción de nuevas viviendas e infraestructuras para dar servicio a toda esta población, fija y flotante, estaba produciendo un deterioro ambiental, paisajístico y del bienestar social que no podía continuar. Aspectos como la movilidad, los continuos atascos de tráfico en poblaciones, carreteras y autopistas, la saturación en las playas y en las calles de los centros históricos, la producción de residuos, el deterioro de la calidad del aire y el agua, junto a la crisis de la vivienda eran síntomas muy claros de que había que empezar a dar soluciones drásticas, y no sólo poner suaves parches inútiles.

Así parecían entenderlo todos los sectores con un mínimo sentido común. Llegó al Govern Margalida Prohens y tanto ella como algunos de sus compañeros de partido aceptaron, por fin, que había un problema, y que había que enfrentarse al mismo. Creímos, ilusoriamente, que lo peor había pasado, y que existía la posibilidad de acuerdos entre todos los sectores políticos y sociales para ir corrigiendo, con inmensas dificultades, la situación en que vivimos. Que podríamos dedicarnos a estabilizar la situación, rehabilitando viviendas e infraestructuras, renaturalizando costas y trabajando para reducir las emisiones de CO2 para contribuir a contener el cambio climático.

Pero las primeras decisiones del Govern empezaron a ser desconcertantes, al estar desligadas del discurso que nos trasladaban a través de los medios de comunicación. Se aprobó legislación para amnistiar a los infractores urbanísticos, que permite legalizar actuaciones inaceptables y que resulta, a la vez, una burla a quienes cumplen la ley y un incentivo para continuar delinquiendo a quienes no lo hacen. También, desde el Govern se advirtió del fin de las declaraciones de espacios naturales protegidos, tanto en tierra como en el mar. De hecho, se paralizó y archivó definitivamente la creación del Parque Natural marítimo terrestre de Ponent, cuya tramitación se había iniciado en el último tramo de la legislatura del Pacto, que contaba con amplio consenso de los sectores sociales, económicos y políticos de Calvià y Andratx. Por otra parte, y amparándose en la crisis habitacional, se ha autorizado -en realidad de ha promovido- la modificación de la normativa urbanística, permitiendo el incremento en altura de los edificios en los cascos urbanos y, sobre todo, convirtiendo zonas de equipamiento en promociones inmobiliarias especulativas, a pesar de su denominación engañosa como «viviendas de precio limitado». Un ejemplo de esta aberración es el proyecto de construcción de 60 viviendas en pleno cauce del torrente Es Barranc, en Calvià, ignorando los peligros del cambio climático, los precedentes de la DANA de Valencia y hasta las inundaciones provocadas por este mismo torrente, hace varias décadas. Los promotores i constructores inmobiliarios, felices.

Las esperanzadoras declaraciones de algunos de los líderes de familias hoteleras has sido corregidas por el flamante nuevo presidente de la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca, Javier Vich, quien afirma contundentemente que Mallorca no es un destino turístico saturado. ¿En que isla vive este hombre? ¿o es que intenta tratar sus conciudadanos como si fuésemos idiotas?. Por su parte, la presidenta del Govern se ha apresurado a rebajar sus iniciales posiciones respecto a la saturación para complacer a quienes, de verdad, siguen mandando en esta comunidad. El incremento del impuesto turístico, a pesar de su demostrado efecto positivo, ha sido minimizado a un nivel que lo convierte en ridículo.

En definitiva, lo peor no ha pasado, sino que está por llegar. Que nadie se sorprenda cuando se produzca una reacción de autodefensa contundente por parte de quienes, hartos ya, se niegan a comulgar con ruedas de molino.

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