Récords de turistas, techos de bienestar

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Es el debate más vivo y al mismo tiempo, el más antiguo. Menorca ha vuelto a batir récords este año. Este verano, por primera vez, la isla superó las 230.000 personas en un solo día. Trece jornadas de agosto pasaron de los 225.000, una cifra impensable hace apenas unos años. En total, una media mensual de 219.393 almas compartiendo territorio limitado, recursos finitos y la misma búsqueda de descanso. Pero mientras las estadísticas suben, la calidad de vida y el bienestar general se resienten.
La paradoja está servida en plena discusión sobre los límites a la masificación turística y las primeras medidas anunciadas por parte de Govern para regular la afluencia de visitantes a nuestro archipiélago al mismo tiempo que hemos conocido el estudio del límite de plazas disponibles por parte del Consell Insular de Menorca. La propuesta de un techo de 107.917 plazas turísticas, lo que traducido implica que podrán autorizarse cerca de 24.000 más es un primer límite en el que 21.000 serán para las urbanizaciones, 2.000 a los municipios y 1.000 al campo. Es la primera vez que se publica ese límite. Somos más que nunca y en paralelo, cada vez más voces advierten de una Menorca desdibujada en temporada alta. Congestión en playas y unos recursos naturales que sufren las consecuencias de tanta presión humana durante unos meses al año. El GOB viene advirtiendo hace tiempo que al final no habrá agua para todos y que las desaladoras no pueden ser la solución.

El tema no es nuevo, pero se ha vuelto urgente. Porque ya no se trata solo de gestionar un modelo turístico exitoso, sino de decidir si queremos seguir por el camino de una balearización sin retorno. Mallorca e Ibiza nos muestran el espejo, y la imagen no siempre gusta con la precariedad en forma de autocaravana convertida en domicilio. La sostenibilidad, que fue nuestro estandarte, amenaza con convertirse en un simple eslogan si no va acompañada de decisiones valientes. La Federación de la Pequeña y Mediana Empresa reclama que no se nos trate como al resto del archipiélago porque nosotros ya tenemos los deberes hechos.

Hay quienes argumentan que no hacen falta límites, sino mejores infraestructuras. Los ecologistas piden directamente topes. Lo cierto es que la isla parece haber superado su capacidad de carga durante demasiados días del verano. Solo en agosto, la media diaria fue de 227.348 personas. Y aún más preocupante: más de 45.000 no sabemos dónde duermen. Porque la oferta legal está superada y el alquiler turístico ilegal campa a sus anchas, restando viviendas al mercado residencial y elevando los precios de forma alarmante. Lo dicen los datos y lo perciben los residentes, que cada vez encuentran más difícil encontrar un lugar para alquilar. También aquellos que vienen a trabajar la temporada. No cuadran los números y las condiciones laborales en el sector se tensionan. Encontrar personal cualificado se ha convertido en una odisea y por ello los establecimientos hoteleros están trabajando en reformas puertas hacia adentro para poder atender a sus empleados. Todo esto complica un modelo económico que no termina de generar el bienestar que prometía.

El lujo, hoy, ya no es solo lo exclusivo. El nuevo lujo es poder vivir y trabajar en una isla habitable, tranquila, auténtica. Esa autenticidad es precisamente lo que más valoran muchos visitantes, según los estudios sobre percepción turística. Pero si perdemos esa esencia, perdemos también nuestro principal activo.

Menorca se encuentra nuevamente en una encrucijada. Puede seguir creciendo, sí, pero ¿a qué precio? ¿Queremos más turistas o mejores turistas? ¿Hemos confundido calidad con subir precios? ¿Más volumen o más valor añadido? El futuro no está escrito, pero debemos poder ponernos de acuerdo y encontrar el equilibrio porque como dice el periodista Miquel Félix, sin un sector privado que funcione, tampoco no hay trabajadores, funcionarios ni pensionistas que puedan comer.

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