Subir el nivel

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Los buenos estrategas tienen la característica de imaginar el futuro y anticiparse al cambio; incluso algunos iluminados son capaces de crearlo. Los idealistas, sin embargo, intentan generar un futuro que, a su juicio, sea aún mejor, aunque las probabilidades de éxito sean escasas. Vivimos un tiempo de cambio frenético impulsado por una economía globalizada, rebosante de información y superficialidad. Todo es de usar y tirar, y en él interactúan el caos y la inercia a partes iguales. Acertar el futuro con la bola de cristal resulta cada vez más difícil, y por eso quizás no sea tan descabellado dar voz a idealistas que profundicen en la esencia y el sentido de todo este espectáculo y que, al menos, imaginen un mundo ilusionante y lleno de esperanza.

En España, aunque no lo veamos, somos líderes en cosas que importan al mundo, democracia, seguridad, diversidad, solidaridad, convivencia, sanidad, gastronomía, saber vivir, cultura y valores, al menos de momento, a pesar de que algunos estrategas anticipan posibles futuros distópicos si no se actúa urgentemente. Durante la pandemia hubo un cierto resurgir de la conciencia colectiva en el que se hablaba de cambio de modelo, estilo de vida, diversificación y un largo etcétera. Recuerdo que, precisamente en el anuario de 2021, Paula Serra, editora de El Económico, me preguntó si volveríamos a los 16 millones de turistas, y le contesté que tendríamos aún más.

Intuía que, tras el rescate de la economía turística, no habría por qué diversificar el modelo e, incluso, que esto daría más fuerza a los inversores. La realidad es que la única infraestructura clave ejecutada en las Illes Balears ha sido la ampliación del aeropuerto. No hay más preguntas, señoría. Lanzo unas reflexiones. ¿Podríamos fabricar simples mascarillas ante una nueva pandemia? ¿Seríamos autosuficientes en alimentos básicos, medicamentos, agua o energía ante emergencias? ¿Estamos preparados para una DANA, un tsunami, un seísmo, un vertido marino o un incendio grave?

Pues eso. Es hora de actuar, de unir fuerzas e imaginar unas islas mejores en todos los sentidos, donde nuestra puntera industria turística puede ser la mejor arma. Debemos utilizarla con audacia, a modo de catalizador para optimizar el sistema. Añadamos ahora un entorno bélico, flujos migratorios e inflación. ¿Qué haríamos si a algunos de los proveedores de software que todos usamos para arrancar nuestros PCs, navegar por internet, almacenar nuestros datos y, pronto, pensar por nosotros a través de la IA, les diera por enfadarse o imponer aranceles?

Si todos los actores del sector turístico balear reman a una, en favor de un destino circular virtuoso para la sociedad y el medioambiente, pensando desde lo local a lo global, seremos líderes más allá de nuestras cuentas de resultados y arrastrará a mejorar a la administración pública. Pero para alcanzar esta meta, es imprescindible dar prioridad a la inversión real en I+D+i, cerrar el círculo y apostar decididamente por un desarrollo sostenible en lo social, económico y ambiental, generando sinergias de colaboración efectivas en todo el ecosistema empresarial balear. Esto pasa necesariamente por fortalecer alianzas estratégicas, compartir conocimiento, y fomentar una cultura empresarial abierta a la colaboración, al intercambio de ideas y a la cocreación. Así podremos generar alianzas que impulsen proyectos innovadores capaces de transformar las islas en un referente global, tanto en competitividad turística como en resiliencia ante cualquier escenario futuro. Es momento de activar esa inteligencia, diseñar y ejecutar proyectos transformadores de verdad. La iniciativa del «Pacte per la Sostenibilitat», liderada por el Dr. Toni Riera, en mi opinión, puede servir más para que ciertas personas influyentes en la administración pública hablen y compartan visión que, por sus conclusiones, que también.

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