Si algo caracteriza a Eivissa y Formentera es su altísima dependencia del turismo, por encima de Mallorca o Menorca. Hablamos de una temporada que se concentra en apenas unos meses y de un coste de la vida que no deja de crecer. En medio de ese cóctel, llegó la reforma laboral llega con la promesa de contratos más estables y menos abusos de la temporalidad. Ahora bien, ¿qué pasa cuando esa mayor estabilidad no va acompañada de una oferta de vivienda asequible?
En las Pitiüses, los trabajadores con la reforma laboral podrían haber mejorado sus condiciones laborales (al menos en teoría) pero la realidad es que, a menudo, no encuentran un techo donde quedarse sin dejarse el sueldo en el intento. Tal y como hemos comentábamos en análisis anteriores el segundo y tercer trimestre (de abril a septiembre) pueden servir de barómetro para medir la salud del mercado laboral de nuestras islas. Allí es cuando se produce el grueso de las contrataciones y se ve si la apuesta por la desestacionalización funciona o no.
De la temporalidad al fijo-discontinuo
Uno de los pilares de la reforma laboral fue el impulso de los contratos fijos-discontinuos en detrimento de los contratos temporales encadenados. En un mercado como el pitiuso, esto se podrías haber traducido en
• Menos contratos de 2-3 meses e incorporación a plantillas con la garantía de volver al mismo puesto en la siguiente campaña.
• Mayor profesionalización, puesto que podría haber permitido que empresas de hostelería y comercio retuvieran a cocineros, camareros o dependientes que conocen la dinámica insular.
• El empleador estaría asumiendo un mayor coste en períodos de inactividad parcial, pero por otro lado ganaba en experiencia y calidad de servicio.
El gran problema: la vivienda
Lo que está en boca de todos es la dificultad para encontrar un piso a precio razonable, y aquí la reforma laboral no trae una varita mágica para solucionar el problema.
El escenario es más o menos así:
• Con la reforma, el trabajador dispone de un contrato más estable: Parece un buen paso hacia la «desestacionalización», incluso hacia la residencia permanente.
• Pero el alquiler vacacional sigue siendo muy goloso: Muchos propietarios optan por alquilar a turistas a un precio superior por día o semana, en lugar de firmar un contrato anual con un residente.
• Resultado: Aunque el empleo se prolongue un poco más, el trabajador no encuentra un alquiler accesible. O se ve obligado a compartir con varios compañeros, o a buscarse una habitación temporal, porque no puede asumir los precios de una vivienda individual.
¿Estamos ante una pescadilla que se muerde la cola?
Podríamos decir que sí. La mayor estabilidad impulsada por la reforma laboral choca con un mercado inmobiliario dominado por el alquiler turístico y los precios desorbitados, lo que impide que los trabajadores conserven una residencia fija durante todo el año. La consecuencia:
• Rotación «residencial»: El trabajador se quedaría gustoso si encontrara alquiler, pero se va cuando termina el verano porque no puede pagar los precios de la isla.
• Dependencia de personal de fuera: Muchas empresas contratan gente de la Península o del extranjero, que viene solo para la temporada.
• Imposibilidad de fidelizar: Aunque el contrato sea fijo-discontinuo, la persona no echará raíces si cada año debe empezar de cero con la vivienda.
En un entorno tan marcado por la estacionalidad turística, no basta con la mera reforma si no se ataja al mismo tiempo el déficit habitacional y los precios desorbitados del alquiler.
Mientras no haya un esfuerzo serio (tanto público como privado) por ampliar la oferta de vivienda para residentes y trabajadores fijos-discontinuos, Eivissa y Formentera seguirán experimentando dificultades para consolidar sus plantillas. Dicho de otra manera: da igual que tengas un contrato estable y de larga duración… si no tienes dónde dormir a un precio asumible.