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PIB: ni frío ni calor

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Lo primero que llama la atención cuando se observa el PIB regional de los últimos años, por índice encadenado de volumen de producción publicado por Ibestat, es decir, por el nivel real en vez del monetario distorsionado por la inflación, es el estancamiento desde la salida de la anterior crisis. Pues, tomando como punto de referencia de partida el año 2015, el proceso de crecimiento se desacelera de forma paulatina hasta llegar al gran hundimiento del 23% en 2020. Posteriormente, a duras penas llega recuperar el nivel anterior a la pandemia.

Dicho en otras palabras, la economía balear está, prácticamente, al mismo nivel que el año 2015 que hemos tomado de referencia. Una situación de atonía que no afecta por igual a todos los sectores. En el lado positivo destaca, sobre todo, el crecimiento del de la rúbrica «información y las comunicaciones» y el de la «administración pública y defensa; seguridad social obligatoria; educación; actividades sanitarias y de servicios sociales». Mientras que el sector que queda más rezagado es el del «comercio al por mayor y al por menor; reparación de vehículos de motor y motocicletas; transporte y almacenamiento; hostelería».

Se trata de unos datos que muestran cómo la actividad del archipiélago está evolucionando en consonancia con las economías del entorno, en las que el imparable proceso de digitalización hace mella. Una tendencia que puede verse reforzada, todavía más, con la progresiva implementación de la inteligencia artificial. Por supuesto, los cambios sociales que todo ello comporta conllevan nuevos valores que, lógicamente, tienen una especial incidencia en cómo se desarrolla la actividad económica.
De esta forma, internet está provocando la transformación de actividades tan tradicionales y arraigadas como pueda ser el comercio. Por su parte, las nuevas propuestas políticas como las zonas de bajas emisiones, la renuncia a construir nuevas infraestructuras que faciliten la circulación rodada o las «ciudades de 15 minutos» defendidas por algunos urbanistas y asumidas por diferentes partidos políticos ahondarán en esta misma trayectoria.

De igual forma, el imparable crecimiento del sector público también parece otra tendencia consolidada, a pesar de que sólo se ha podido llevar a cabo mediante el recurso a un endeudamiento que ha acabado generando un grave proceso inflacionario. No obstante, se ha consolidado una fuerte presión social para mantener esta dinámica que resultará muy difícil revertir. De hecho, su sostenimiento, junto a los acontecimientos de la geopolítica, se está convirtiendo en una de las principales fuentes de incerteza que caracterizan nuestro tiempo.

Sorprende que uno de los sectores que durante estos años ha pedido más terreno sea el de «Actividades artísticas, recreativas y de entretenimiento; reparación de artículos de uso doméstico y otros servicios», pues, siguiendo esta misma línea argumental, aparentemente la demanda de entretenimiento de todo tipo debería crecer. También pierde, aunque de forma moderada, el sector de la construcción. Mientras, tal y como se podía prever, tanto el sector de la alimentación como el industrial-extractivo se muestran muy estables.

En mi opinión, la atonía real de la actividad económica balear continuará por un tiempo. Quizás se produzcan crecimientos moderados, sin embargo, las ideas preponderantes en el cuerpo social hacen casi imposible volver a la dinámica de lustros anteriores. No obstante, como hemos visto, no todos los sectores evolucionarán de la misma forma y habrá que estar atento a ello.

Por otro lado, y tal como me sugirió hace poco un reputado economista local, la continua llegada de migrantes está produciendo un cambio sociológico interesante. Pues, al tomar éstos el relevo en muchos negocios y actividades que generan rentas a terceros propietarios, están permitiendo aflorar una extensa capa social de rentistas que, sin duda, acabará teniendo consecuencias tanto económicas como también electorales al configurar una sociedad notablemente más dualizada.l

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