Rafael Nadal se dejó un set ante el argentino Diego Schwartzman, el primero que pierde desde 2019 en Roland Garros, pero se impuso camino de sus decimocartas semifinales en París, 6-3, 4-6, 6-4 y 6-o en 2 horas y 45 minutos.
El duelo, repetición de las semifinales del año pasado, fue más igualado, por momentos pareció incluso que podía caer del lado del argentino, pero una reacción del español en el tramo final le dejó a un escalón de una nueva final.
Su rival será el serbio Novak Djokovic, número 1 del mundo, qué derrotó en la noche de este miércoles al italiano Matteo Berrettini, número 9.
«Diego es un jugador increíble, siempre muy difícil para mi. Es increíble volver a semifinales otra vez, gracias al público, a la gente de la Philippe Chatrier. Siempre es muy emocionante para mi jugar en Roland Garros, mi torneo favorito, el más importante de mi carrera», dijo el español, que reconoció que durante el segundo set perdió la agresividad. Schwartzman, que llegaba al duelo sin haber perdido un set, con el tono recuperado del año pasado tras una irregular gira de tierra batida, obligó a Nadal a elevar su nivel, a buscar en los más profundos recursos de su talento.
El resultado fue un duelo vistoso, con dos sets jugados de poder a poder, que hicieron las delicias del público, de nuevo de vuelta de forma numerosa a las gradas por el alivio de las restricciones impuestas por la pandemia. Los 5.000 espectadores, un tercio del aforo de la Philippe Chatrier, devolvieron al torneo el sabor tradicional. Volvieron los «¡Vamos Rafa!», los cánticos, los aplausos, los murmullos y los «silence s'il vous plait» del árbitro. El partido ya no fue la misa nocturna de los últimos días o, en el mejor de los casos, el duelo apático con cuatro gatos. Roland Garros recobró algo de su espíritu de gallinero y diversión y Nadal y Schwartzman supieron darle tono y emoción, en una soleada tarde parisiense. El resultado fue una nueva victoria de Rafa, la 105 en su torneo de predilección, la undécima contra el argentino en doce duelos, la tercera sobre el polvo de ladrillo de París.
Schwartzman puede consolarse en que se acercó un poco más a un rival al que solo ha derrotado una vez, el año pasado en Roma, y porque descubrió que debajo de la piel de extraterrestre de Nadal existe un rival vulnerable.
PRIMER SET PERDIDO EN 2 AÑOS
El «Peque» arrancó el primer set a Nadal desde 2019, poniendo fin a una racha de 36 consecutivos victoriosos, a dos de su récord, 38, que también cortó Schwartzman en 2018, cuando el español estaba a tres de la mejor marca en el torneo, conseguida entre 1979 y 1981 por el sueco Bjorn Borg. Fue el quinto set que le gana en doce duelos, en los que ha cedido 32. El numero 3 del mundo comenzó fuerte, muy seguro desde el fondo de la pista, sin dar espacio a los ataques de Schwartzman, que tardó en entrar en juego.
El argentino, sin embargó, no entregó la piel fácil, pero la precisión del español le permitió apuntarse el primer parcial. A partir de ahí sufrió una transformación el «Peque», convertido en un martillo percutor que vulgarizó el juego del rey de Roland Garros, obligado a sobrevivir los ataques del 10 del mundo, que llegó a ponerse 3-0. Pese a una rápida reacción de Nadal, que igualó el parcial, el argentino había encontrado las griegas del juego de su rival, demasiado tímido, corto, una puerta abierta al ataque por la que se colaron muchos puntos. Schwartzman amenazó a Nadal, pero no le desarboló hasta el décimo juego, para apuntarse el parcial. El marcador y las sensaciones eran las peores de Rafa en mucho tiempo en París. El español parecía atenazado, a merced del argentino, que durante todo el tercer set le plantó cara, jugó de tu a tu al rival que tantas veces le ha vencido. Los gritos de «¡Diego!¡Diego!» dieron ánimos al argentino, que se sentía poderoso, cómodo en la pista, frente a un desdibujado Nadal que se limitaba a no descolgarse del duelo.
Hasta que Nadal decidió poner fin a la fiesta albiceleste, elevó el nivel y de su raqueta salieron los puntos más brillantes. Volvieron a verse chispas en sus golpes y sangre en el lado de un Schwartzman que bastante tenía con no caer sobre la lona. Nadal celebró los puntos con rabia, levantó al público de sus asientos. Se apuntó el tercer parcial y no bajó el pistón, fiel a su estilo, al que le ha llevado tantas veces a la cima del tenis sobre arcilla. Un ritmo que el «Peque» ya no pudo seguir, condenado de antemano, víctima de un monstruo picado en su orgullo. Ya sin moral, Schwartzman sufrió el primer 6-0 en todos sus partidos contra Nadal, un castigo por haber despertado a la fiera. El «Peque» se llevó el cariño de la grada, ovacionado a su salida entre gritos de «¡Diego!¡Diego!» en honor al hombre que les permitió ver la mejor versión de Nadal.