No quiero imaginarme ser un seguidor del Cádiz y tener que fiarlo todo a que el Real Mallorca pueda fallar en los dos partidos que restan por disputar. Seguro que si preguntan uno a uno, todos ellos se cambiarían por el equipo mallorquinista. Porque tiene cuatro puntos de ventaja, un partido en casa ante el colista, otro frente al Getafe y porque además tiene cierto margen de error incluso con las estrecheces de la clasificación. ¿Se cambiaría usted ahora por el Cádiz?
Eso no quiere decir que haya que despreocuparse ni mucho menos. La preocupación es lógica porque este Mallorca no ha sido fiable en toda la temporada, de ahí los números. Y de esa poca fiabilidad se desprende ahora la preocupación lógica del mallorquinismo. Sin embargo, es bueno recordar que se ganó a Las Palmas y se empató en El Sadar ante un Osasuna que, contrariamente a lo que hizo el Sevilla, sí compitió y fue a por el partido.
Pero de nada sirve criticar la actitud del once del Pizjuán, que no quiso ganar al Cádiz. Lo que hay que valorar es que ganando al Almería se acabó definitivamente todo. Eso es lo importante. Los esfuerzos de todos tienen que ser llenar el campo, teñirlo de rojo, dejarse el alma animando y tomando conciencia de que la final del Mallorca no fue en La Cartuja, sino que es este domingo en Son Moix. Que el vértigo que sentimos se convierta en gritos de ánimo y que los jugadores se sientan arropados los noventa minutos. Y ganar. Solo importa eso.