Primero fue con un macrobotellón en s'Escorxador que provocó la indignación vecinal, toneladas de basura y una imagen caótica por los alrededores. Después, ya por la noche, llegó el esperpento de Son Moix, un estadio que fue invadido por un sector de aficionados del Real Betis Balompié en una situación esperpéntica que provocó el cabreo de una facción notable de abonados. El desorden y el caos fue absoluto con aficionados verdiblancos saltando la valla. Esta situación, que forzó la reubicación de medio centenar (43 en concreto) de abonados locales de la Tribuna Oeste Norte, causó un profundo malestar entre el mallorquinismo. La entidad, ante el cariz que tomaron los acontecimientos y las críticas recibidas, emitió un comunicado para ofrecer su versión y disculparse. El club, que tomará medidas para que estos hechos no vuelvan a producirse, aclara que recolocó a esos seguidores «por motivos de seguridad y siguiendo las instrucciones de la Policía Nacional».
La situación desbordó todas las previsiones. Tanto en Ciutat -la barriada de s'Escorxador- como en Son Moix, la invasión bética desbordó todas las previsiones. A estas horas hay que felicitar el civismo de la afición mallorquinista porque quizás en otras circunstancias ahora no estaríamos hablando de quién tuvo la culpa de esa falta de previsión, sino quizás de una tragedia. Porque no es de recibo que te echen de tu propia casa. Además de cornudo, apaleado...