La salvación del Real Mallorca ante Osasuna estuvo cargada de tensión, nervios y agonía, pero también de liberación, pasión y sentimiento por unos colores que llevaron a un millar de personas a desplazarse para vivir la última jornada de liga en El Sadar. Los mallorquinistas protagonizaron un gran éxodo y vivieron con la intensidad las horas previas en Pamplona y acabaron celebrando la permanencia en Primera División en comunión con la plantilla de Javier Aguirre. Sin duda, uno de los viajes que ingresa en la galería de los mejores recuerdos para todos los seguidores que estuvieron en el campo y para los muchos que lo celebraron por todo lo alto en la Plaza de las Tortugas.
El Real Mallorca no estuvo en ningún momento en posiciones de descenso, pero la sensación de que un gol le abocaba al precipicio de la Segunda División estuvo latente. El gol de Ángel supuso un primer paso, pero el tanto de Lozano que ponía al Cádiz por delante en Mendizorroza devolvía a los bermellones a una situación de peligro si se producía el tanto del empate de Osasuna. Finalmente el gol de Grenier disipó las dudas y comenzó a dar paso a una celebración que estalló con el pitido final de Soto Grado. Después de haberse dejado escuchar durante muchas fases del encuentro, la grada mallorquinista en El Sadar comenzó su fiesta.
A los cánticos habituales que le ponen la banda sonora a los encuentros en Son Moix se sumó otro habitual en estas situaciones como el 'Som, som, som de Primera Divisió', que retumbó en El Sadar, cuya remodelación no sólo ha dejado un estadio espectacular sino que también le ha procurado una acústica que hizo aún más especial el festejo bermellón. Con los seguidores locales de camino a casa, el sector bermellón no cesó de animar y celebrar mientras los jugadores se sumaban a la fiesta desde el césped.
Los rostros de los aficionados lo dicen absolutamente todo y también las caras de los futbolistas, que acabaron alzando los brazos y sonriendo tras levantarse del varapalo que supuso la sonrojante derrota ante el Granada en casa. Tanto Javier Aguirre como Ángel reconocieron que tras el 2-6 pensaron que todo estaba acabado, pero los siete de los últimos nueve puntos desde el empate en el Sánchez Pizjuán han dado forma a una reacción que vale una permanencia en Primera División. Las caras de los jugadores cantando con la afición también denotan la liberación tras el sufrimiento y la alegría por haber conseguido un objetivo que llegó a parecer imposible.