Cómo cambia la película de una semana a otra. El pasado domingo, después de la derrota en Son Moix ante el Getafe, la Primera División se escapaba por el desagüe de la categoría. La salvación se divisaba a tres puntos y todos los equipos implicados en la lucha por la supervivencia, todos, habían abierto la saca para cargar uno o los tres puntos. Tampoco la imagen ofrecida en la última función invitaba a pensar en positivo. La cita de Eibar era una final.
El Mallorca se plantó en Ipurua con jerarquía. Sin miedo a nada. Convencido de sus argumentos...y de nuevo con la BCK monopolizando todas las tertulias en las vísperas. Visitaba un escenario incómodo, pero que históricamente había generado beneficios para los intereses isleños.
El gol de Dani Rodríguez acentuó las ganas de un equipo que había propuesto más que su enemigo. Y que comenzaba a acariciar el triunfo foráneo.
Con Take Kubo al mando de todas las operaciones, el Mallorca golpeó para tumbar a su enemigo a la lona. El japonés se sacó de la chistera un disparo para darle la vuelta a todo. Para pasar del abismo a la ilusión. Del agujero a la superficie.
La jornada ha sido diametralmente opuesta a la del pasado domingo. El Espanyol se ha hundido en las arenas movedizas de la clasificación. Eibar y Valladolid han desperdiciado una buena oportunidad para escapar del fango, pero siguen metidos en la lucha. Cuantos mejor equipos estén inmersos en la pelea, mejor para los intereses mallorquinistas.
El sábado llega a Son Moix un Barcelona envuelto en dudas y convulsiones. Un equipo que gana entre silbidos y que cada semana acumula una tormenta. Es de esos partidos con nada que perder y mucho que ganar y que se presenta después de la primera victoria foránea del curso... Todo es posible.