El Tour de Francia ha comenzado como se deseaba: con espectáculo. Francia se reivindica en suelo italiano. Dos de dos para empezar. Romain Bardet se transformó en Asterix y, con su compañero Den Broek, derribó todos los imposibles en una escapada de película. A diez segundos de ser engullidos por la voracidad de un pelotón hambriento de victoria, estrenaron el Tour con grandeur.
La duda es consustancial para nuestra especie. El recelo precisa ser probado con hechos. Y lo de Vingegaard, debía verse para creerlo. La raza de este campeón es descomunal. Cualquier mortal seguiría postrado, ocho semanas después de su accidente. El danés, en cambio, planta cara con osadía a la hazaña…y a Pogacar.
El esloveno quiso pronto el amarillo. Quizá con la idea de repetir su gesta del Giro, y llegar de líder a la cita con el Galibier, el coloso que le derritió en el 2022. Pogacar contra el calor su kryptonita y contra todos en un escenario icónico.
Después de la etapa más larga, del sprint de Turín, amanece el ciclismo renovado. Nuevo líder y primera victoria de etapa para el continente africano en la ronda francesa. Carapaz y Biniam Girmay, presente y futuro al mismo tiempo, representantes de cómo las periferias del ciclismo ya triunfan en el Tour. Un sueño hecho realidad.
El Tour cierra su periplo italiano en dirección a los Alpes más prematuros. La gran batalla aguarda, en el ascenso y en el descenso del gigante. Agárrense fuerte porque se esperan turbulencias. Se corona la cima más alta de este Tour, muy cerquita del cielo, allí donde habitan por siempre mitos como Coppi, Marco Pantani…