Sepp Kuss (Durango, Colorado, 29 años) mostraba su simpática sonrisa en el podio de Cibeles, reflejo de felicidad, con su maillot rojo que le acredita como vencedor de la Vuelta a España, rodeado de su familia. Una escena soñada.
Después de tres semanas de competición, Kuss resumió de forma contundente y castiza su sentimiento: «Es una pasada», dijo en perfecto castellano. El estadounidense reside en Andorra, como medio pelotón, y está casado con una catalana. Un tipo generoso con sus compañeros y simpático siempre, quizás porque es «simplemente un globero, un ciclista antes que corredor».
Kuss no es un globero por mucha gracia que le haga la expresión y de eso se dio cuenta el gran Alejandro Valverde cuando el americano lo dejó plantado en una etapa del Tour 2021 con final en Andorra. Ha sido y quiere seguir siendo el mejor gregario del mundo, como demuestra el galardón otorgado en 2022 por parte del Club The League of Gregarious.
Aquel día en el Tour, en Andorra La Vella, la emoción atrapó a Kuss, quien lanzó las gafas de sol al público y se llevó las manos a los ojos, ya inundados por las lagrimas: «No puedo explicar el hecho de ganar en la carrera más importante del mundo, esto supone una alegría indescriptible».
En la Vuelta ya había probado el éxito en la edición 2019 con el triunfo de etapa en el Santuario del Acebo
Kuss se dedicó al hockey hielo en Durango hasta los 16 años. En los duros inviernos de la ciudad de Colorado, cualquier niño se divierte cogiendo el stick y saliendo a jugar a la calle. Aunque no le gustaban los golpes, el hockey le aportó «capacidad de decisión y coordinación».
En sus inicios deportivos Sepp Kuss apostó por actividades que le divertían, pero lejos del concepto de competir, prefería el hockey sobre hielo, el piragüismo, el esquí o correr. Su padre, que actualmente tiene 93 años, fue un destacado esquiador. Hasta entonces, el ganador de la Vuelta nunca se entrenó en serio como ciclista.
Tarde, a partir de los 20 años, Kuss empezó a hacer series y a ser dirigido por un entrenador. El americano tenía pasado como esquiador y a partir del deporte de la nieve llegó su afiliación al ciclismo, deporte que utilizaba para mejorar su nivel como especialista de fondo.
Las temporadas de esquí eran demasiado cortas para Sepp y, en cambio, en el ciclismo encontró un deporte para practicar durante todo el año. La especialidad de fondo en la nieve «es incluso más dura que el deporte de las dos ruedas».
«Los esquiadores son deportistas muy completos, todo el cuerpo todo entra en acción", aspecto que le ha servido para sufrir sobre la bicicleta, donde se viven muchos momentos de agonía.
Con las tablas de esquí de fondo Kuss encontraba la unión con la naturaleza, siempre rodeado de montañas. «Si hay nieve es todo diferente. El sueño de los esquís, encima de la nieve y con los bastones, es algo místico».
El dominio del castellano le ha servido para ganarse la simpatía de los aficionados y los medios de comunicación, usando en ocasiones expresiones populares que acentúan su desparpajo.
En su domicilio se habla inglés porque su mujer domina el idioma, pero cuando está con su familia o con los amigos de ella predomina el uso del español. Durante la pandemia y el confinamiento Kuss estudiaba la gramática española. Sus progresos le han permitido ser «medio español».
Kuss ha tenido el apoyo de la familia desde el principio. Su mujer y sus suegros han seguido buena parte de la Vuelta in situ y la madre del corredor, que tiene 70 años, estuvo en Barcelona y en el recibimiento triunfal de Madrid. El padre ha seguido la Vuelta con emoción desde Estados Unidos.
El padre de Sepp fue entrenador de saltos de esquí y nórdico en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sapporo'72 e Innsbruck‘76. Era un esquiador total que propagó su afición a su hijo, un estilo de vida en su juventud, cuando no paraba de ver carreras de fondo y entrenaba por las tardes después del colegio, o incluso por la noche con linterna frontal.
Chris Horner era el único estadounidense ganador de la Vuelta desde 2013 (2013). «Chiquito de la Calzada», como le llamaban sus compañeros por una peculiar forma de andar a la que le obligó una lesión, recordó a AS desde Estados Unidos que conocía el talento de Kuss desde que le vio ganar la Redlands Classic en 2016. Aquel fue su estreno en el ciclismo en ruta, sin conocimientos de la forma de correr y estrategias a seguir. El de Durango aún tenía el estilo de la BTT, que consiste en ir a tope sin mirar atrás, a fondo. Desde aquella victoria el futuro se despejó.
Kuss dio el salto definitivo en 2018, cuando estaba corriendo en el Rally Cycling y recibió la llamada del Jumbo. Aquel año ganó el Tour de Utah. En 2019 se llevó una etapa de la Vuelta, en 2020 otra en el Dauphiné, en 2021 se doctoró en el Tour en la jornada de Andorra y en 2023 hace las tres grandes, ayuda a Roglic a ganar el Giro, a Vingegaard a llevarse el Tour y conquista la roja de la Vuelta.
Con la roja en la vitrina, Kuss no tiene inconveniente en admitir que volverá a ser el gregario de siempre al servicio de los líderes de su equipo. Pero que le quiten «lo bailao».
En la Vuelta tuvo un sueño y lo cumplió. Un premio merecido para un corredor que, ante todo, ha logrado ganarse el cariño de la afición, del pelotón y de sus compañeros de equipo, de las estrellas del Tour y Giro.